Mientras la fotografía siga siendo una asignatura pendiente en mi vida, me temo que no perderé ocasión de postear las fotos que han hecho otros. En esta ocasión, fue Isabel quien capturó un momento especial lleno de simpatía.
Habitantes del país de los datos
Disfruto mucho con los posts de ribbonfarm. Aunque su longitud (que tiene dos medidas: largo o muy largo) echa para atrás, nunca me he arrepentido de leerlos. Leyendo sus reflexiones sobre historia tecnológica, uno se entera de cosas como que antes de la revolución industrial, se usaba jugo de cebolla para fabricar acero.
Ahora he descubierto –vía LAK12– que escribe, como contributor, en Forbes. Allí, sus dos últimos posts (1 y 2) son sobre la industria de los datos, a raíz del evento Strata.
En la era en que la vida privada se está convirtiendo en producto, es interesante comprender la lógica y los modelos de negocio (prácticamente sólo aplicables por organizaciones grandes, potentes y, a pesar de ello, innovadores) subyacentes de este proceso.
Pero lo que quería traer aquí es su mirada de antropólogo a los participantes de este tipo de eventos. Sus categorías ayudan a tomar con humor el –por lo demás siempre difícil o muy difícil– cambio en cualquier ámbito. En el país de los datos, donde lo que antes era análisis ahora es analítica y lo que era inteligencia de negocio ahora es big data, hay, según él, un sorprendente acuerdo tácito de que todos, absolutamente todos, son «científicos de datos» y que no hacen falta más títulos.
Y ahora, sus categorías (y que nadie se ofenda, por qué no tomárselo con humor).
- Los resentidos que se sienten marginados por la nueva tendencia.
- Los largamente ignorados que, de repente, se han convertido en estrellas y parpadean ante el foco de atención.
- Los que se sienten subestimados e impotentes.
- Los que no se pueden creer el poder que tienen de repente.
- Los que en su fuero interno se consideran falsos y hacia fuera se sienten o alegres o avergonzados.
- Listillos en proceso de cambiar el título que tuvieron en el último hype por uno del nuevo que le parezca.
- Los enfadados porque otras personas se quedan con el crédito de sus vinos por ponerlo en botellas nuevas.
- Mayores que insisten en que nada ha cambiado (entiéndase: «de modo que sigo siendo un experto»)
- Jóvenes que insisten en que todo ha cambiado (entiéndase: «los viejos no se enteran: contrátame a mí mejor»)
- Los fascinados por todo lo que es nuevo y brilla, entiéndanlo o no.
- Los hastiados que están de viaje pagado.
- Los megasociales para quienes todo es una gran fiesta.
Bocados de realidad: «derechos» arancelarios
¿Han esperado alguna vez tres meses por un producto del que pagaron el precio y el transporte, para enterarse, cuando por fin llega, que les toca pagar aduanas para recibirlo? Por lo que se ve en la web, es un conocimiento bastante común. A mí es la primera vez que me pasa. Por supuesto, no me sorprende que haya derechos arancelarios (si bien no soy partidaria, puesto que las barreras comerciales siempre provocan más daños que beneficios). Lo que me sorprende son las proporciones.
Según leo aquí, tan sólo están exentos de estos «derechos», las cosas que valen menos de 22 euros. De 22 hasta 150 euros uno ha de pagar el IVA (que en mi caso calcularon sobre el importe en dólares como si el lugar de origen del paquete no supusiera suficiente pista respecto a la moneda) y unos gastos administrativos de 13,50 euros (más IVA, claro). Por una compra de 60 euros salieron así 30 euros en concepto de «derechos». ¿No es esto una considerable barrera de entrada y un abuso?
Agravante: lo que llevo leído en blogs y foros sobre la gestión aduanera me hace pensar que, las dos anteriores veces que me enviaron el paquete por correo normal (que por eso ha tardado tres meses), éste debe de haber sido parado en alguna oficina aduanera quién sabe dónde. ¿Lo tramitarán alguna vez?
Vueltas alrededor del futuro
Estoy dando vueltas a la idea de predecir el futuro. No soy ni de lejos la única. Predecir el futuro reduce el miedo ante la incertidumbre y es un gran negocio que está empujando la innovación del minado y la analítica de datos. Algo aplicable a una variedad de ámbitos.
Uno de los problemas bastante evidentes de las predicciones es que los datos que se usan para minar, analizar y predecir, son del pasado. Facebook y Google están al frente del aprovechamiento del pasado para personalizar la experiencia del usuario. Les pisan los talones miríadas de nuevas start-ups de analítica. Pero ojo. Esa personalización tiene un efecto secundario que merece ser examinado con cuidado.
En el ámbito de la educación, Ainhoa Ezeiza comentaba el otro día, refiriéndose al pensamiento de Vigotski, una cosa que me interesó.
(…) no se debe pensar que el futuro del alumno es una continuidad de lo que es, aunque es esto lo que presuponen la mayoría de los sistemas de evaluación. Es por eso que no es suficiente diagnosticar lo que los alumnos/as saben ahora, además es imprescindible estudiar qué es capaz de aprender con ayuda adulta/experta. Por lo tanto, la evaluación debe estar orientada al futuro, y no al presente, que es lo habitual. No es importante qué soy, sino qué puedo llegar a ser si me ayudan.
Personalmente me viene una cita de Nietzsche que dice que el futuro influye tanto en el presente que el pasado.
Die Zukunft beeinflusst die Gegenwart genauso wie die Vergangenheit.
Basarnos en el pasado para tomar decisiones es una solución muy muy seductora si estamos acampados a la sombra del Big Data. Pero tiene limitaciones y son serias. Lo comentaba el otro día en un post basándome en un trabajo de Danah Boyd y Kate Crawford.
Hoy me he encontrado con dos situaciones en las que creo que hay riesgo de darle al pasado un papel predominante en la toma de decisiones, con su consiguiente efecto empobrecedor.
- Una es la hipotética situación futura en que una persona que está disfrutando su seguro de desempleo, lo pierda por rechazar por tercera vez una oferta de trabajo «adecuada al perfil del parado» que le ofrezca una ETT. El artículo remarca que hará falta una «definición más precisa de lo que es una oferta de empleo adecuada que no se puede rechazar». Pero yo tengo mis dudas de que esto pueda definirse de manera satisfactoria para las instituciones, sin hacerla depender demasiado del comportamiento de la persona en el pasado. Lo que nos lleva a la situación de estar desincentivando que se interese y aprenda cosas nuevas.
- La otra también es del campo de los recursos humanos: resulta que analizar el perfil de Facebook de una persona informa mejor sobre qué tipo de empleado será, que los tests de inteligencia y personalidad. Indica su apertura a experiencias nuevas (fotos de unas vacaciones en Nueva Zelanda, con excursión a un glaciar), informa sobre su estabilidad emocional (¿tus amigos te envían mensajes de consuelo constantemente?) y su amabilidad (¿discutes a menudo con tu «amigos»?). Es taaan fácil hacer este análisis porque los datos están servidos. De ahí, de nuevo, el riesgo de darle demasiada importancia y contratar a personas por su comportamiento en Facebook en detrimento de conversar con ellos.
Además de Vigotski y Nietzsche, hay evidencias nuevas de que la manera de pensar en nuestro «yo» futuro, influye en decisiones importantes que tomamos en el presente, desde si contratar un seguro de pensiones hasta si realizar o no un acto poco ético.
Tenemos la oportunidad de construir ese «yo» futuro cada uno, cada día, ganándonos unos jeans gastados. El entorno, por supuesto, influye, y mucho, en ello. Creo que cuanto más nos tratan a base del pasado, más difícil será que tengamos una relación vivificante con el futuro y no tengamos que conformarnos con unos jeans que vienen ya gastados de fábrica. No es lo mismo.
Los militares y la gestión del conocimiento
The key is to ‘hunt’ not ‘gather’ lessons, apply them rigorously—and only when you have made a change have you really learned a lesson. And it applies to everyone … It is Whole Army business.
— Teniente General Paul Newton
Según este post de un consultor en gestión del conocimiento en grandes organizaciones, sólo los militares aplican el nivel más alto de «aprender de las lecciones» que consiste en cazarlas, —y no en recogerlas a posteriori— y de incorporarlas a la ADN de la organización.
No es de extrañar que sean precisamente los militares. La lección que podemos «cazar» ahí es que el futuro es de las empresas con identidad fuerte y cohesionadora. La siguiente cuestión es cómo generar esa identidad conectando ideas y personas con lógica de red y no con lógica de ejército/jerarquía.
Frank Lloyd Wright y la catedral
«Cuando entro en la Catedral de St. Patrick… aquí en Nueva York, me envuelve un sentimiento de reverencia,» dijo Wallace, sacando un cigarrillo a golpecitos. El viejo miró a Wallace. «¿Seguro que no es un complejo de inferioridad?»
«¿Porque el edificio es grande y yo pequeño, quiere decir?»
«Sí.»
«Creo que no.»
«Espero que no.»
«Usted no siente nada cuando entra en St. Patrick?»
«Pesar,» dijo Wright sin un momento de pausa, «porque no es algo que realmente represente el espíritu de independencia y de soberanía de la persona que yo creo que deberían representar nuestros edificios dedicados a la cultura.»
Lo anterior es una conversación entre Frank Lloyd Wright y un periodista, citado por John Medina en Brain Rules. ¿Les apetece ver qué edificios diseñó este señor? Aquí tienen algunos.
Madrugones, viajes y datos libres
Hace poco me pegué un madrugón tremendo y crucé media ciudad para luego permitir que me corten y me hagan una herida que tarda en curarse más de un mes. ¿Suena a aventura masoquista? Era una prueba médica.
El resultado me lo darán a mí para que lo consulte con quien quiera. No tengo certeza pero supongo que estará hecho según unos estándares que permiten que cualquier especialista lo pueda interpretar. Lo contrario sería un lock-in y me crearía una dependencia de un sólo proveedor de servicios médicos. Decidirme por otro supondría un nuevo madrugón, un nuevo viaje…
El otro día, en el curso sobre analítica para el aprendizaje, me encontré con el proyecto APML, un estándar para el perfil de atención de las personas. Lo recuerdo de 2008, de mis primeras incursiones en la web 2.0. Veo que no ha avanzado nada desde entonces. Quizá un poquito, muy poquito.
Se trataba de una estándar que permitiera exportar de las plataformas centralizadas de «redes sociales», todos mis datos de atención: mis conexiones, conversaciones, etiquetas, clics, páginas vistas etc. Poder conocer, disponer de estos datos y poder llevarlos a otro sitio. Lo contrario es empezar desde cero una y otra vez. Un nuevo madrugón, un nuevo viaje…
Festival sobre los futuros de la formación online
A través de los organizadores del curso sobre analítica en el aprendizaje LAK12 me ha llegado noticia sobre una acción formativa online simpática: un festival de 48 horas y situado en tres continentes sobre los futuros de la formación online. El festival consistirá en 12 sesiones de 3 horas, cada una con una ponencia al comienzo, seguida por un debate. Creo que me conectaré a alguna. De entrada, hablar sobre los futuros de la formación online en un festival online y gratuito me parece simpático.
Drucker, el trabajador del conocimiento y unas prácticas aburridas en Hamburgo
Leyendo sobre el origen de la expresión trabajador del conocimiento he llegado a la biografía de Peter Drucker. La expresión en sí no me gusta, me parece empobrecedor llamar a las personas trabajadores de nada, me recuerda la película Metrópolis. Estoy mucho más cómoda con la expresión hácker o bricoleur.
Sí me resulta interesante conocer el contexto en que aparece la expresión y ahí parece que Peter Drucker (Pedro Impresor en español) tuvo un cierto protagonismo. En su biografía, lectura que recomiendo, me ha llamado la atención su año de aprendiz en una compañía comercial de Hamburgo, especializada en la exportación de algodón.
«We learned nothing, absolutely nothing. It was terribly boring.» Yet he does not consider his time in Hamburg a lost year: «I read a lot – novels and history, especially nineteenth century. Also a lot of English, French, Spanish, and Italian literature.»
Corría el año 1927 y la falta de atención que prestaron al aprendiz podríamos achacarlo a que no eran todavía tiempos del trabajador del conocimiento. Pero sería cándido por nuestra parte. Hoy en día —en la sociedad del conocimiento— sigue habiendo muchas empresas que no prestan suficiente atención a los aprendices. La gestión del trabajo del conocimiento, a la que Drucker al parecer dedicó su vida, sigue siendo un reto.
¿Cuál es el mensaje positivo de la cita de antes? Que pese al aburrimiento en las prácticas, supo aprovechar la estancia para aprender, a través de la lectura. Más adelante, tendría ocasión de sobra para aprender haciendo e interactuando.
Hasta aquí hemos llegado
Parece que la frase del título expresa un grado parecido de dramatismo en inglés y en español. Hasta aquí hemos llegado.