¿Qué hace que disfrutemos aprendiendo y trabajando?

El mejor modo de aprender algo es el hacer. Por eso, en el ámbito de la publicidad y marketing nos interesa crear experiencias en lugar de transmitir mensajes mientras que en la educación llegaremos más lejos si creamos entornos y contextos para aprender haciendo en lugar de dar clases y cursos.

En los dos ámbitos queremos, además, que la persona disfrute con la experiencia. En caso contrario, sólo estaría dispuesta a embarcarse en ella si la obligamos o por incentivos externos, y hacer algo porque es obligatorio o por motivaciones externas no casa nada con la pasión, la creatividad y la iniciativa, los rasgos que hacen prosperar a las personas en el siglo 21.

Si preguntamos a las personas qué sienten al realizar una actividad productiva que disfrutan, en sus respuestas aparece una y otra vez «el descubrimiento o creación de algo nuevo». Parece que disfrutar de una experiencia tiene que ver con descubrir algo por el camino.

Para mostrar por qué esto tiene sentido, Csikszentmihalyi invita a pensar en lo siguiente:

Imagina que quieres crear un organismo, una vida artificial, que tenga las mejores posibilidades a sobrevivir en un entorno complejo e impredecible, como el de la Tierra. Quieres que el organismo tenga implantados mecanismos que le preparen a enfrentarse al mayor número posible de peligros y aprovechar la mayor cantidad posible de oportunidades. ¿Cómo lo harías? Probablemente querrás diseñar un organismo que sea básicamente conservador, que aprenda las mejores soluciones del pasado y las siga repitiendo ahorrando así energía.

Pero la mejor solución también incluiría un sistema que daría al organismo un refuerzo positivo cada vez que se le ocurre una idea nueva o comportamiento nuevo, aunque éstos no sean inmediatamente útiles. De hecho, sería importante que el refuerzo positivo no se dispare sólo por los descubrimientos útiles porque es sencillamente imposible predecir las situaciones que el organismo puede encontrar mañana, el año que viene o la próxima década. De modo que el mejor programa es aquel que hace que el organismo se siente bien cada vez que descubre algo nuevo, independientemente de su utilidad en el presente. Y esto es lo que parece que pasó con la especie humana a lo largo de la evolución.

Me parece que ese mecanismo del refuerzo positivo resulta especialmente útil en los tiempos actuales. ¿Por qué no aprovecharlo de manera consciente? Aprovecharlo especialmente en el ámbito del aprendizaje a lo largo de la vida, al diseñar espacios, entornos y contextos en los cuales disfrutar realizando las actividades creativas propias del mundo en red y de las economías del conocimiento y colaboración. Serán los entornos que desplazarán las actuales escuelas y los actuales lugares de trabajo.

Para ello, es interesante seguir aprendiendo de Csikszentmihalyi (cuyo apellido puede que hasta aprendamos a pronunciar al final) y conocer los detalles de ese estado que él ha llamado fluir (flow) en que experimentamos placer, bastante parecido al placer instintivo relacionado con la comida, el sexo y la conquista, pero aplicado a actividades creativas.

  1. Objetivos claros en cada paso. Frente a las necesidades contradictorias del día a día y la sensación de falta de sentido de lo que hacemos, cuando disfrutamos aprendiendo sabemos en todo momento qué tenemos que hacer y qué sentido tiene lo que hacemos.
  2. Feedback inmediato. Sabemos acto seguido si lo estamos haciendo bien o no. Se trata de una especie de autofeedback que damos a nosotros mismos. Lo podemos hacer porque tenemos interiorizadas las reglas del juego.
  3. Equilibrio entre desafíos y capacidades. Es común sentirse frustrado porque las tareas nos vienen grandes o sentirse aburrido porque no podemos hacer uso de lo que sabemos. El fluir se caracteriza por la harmonía entre lo que sabemos y lo que el entrono nos permite hacer.
  4. Atención está centrada en la actividad. El resultado de los puntos anteriores es un entorno idóneo para centrar la atención únicamente en lo que hacemos sin que nada nos pueda distraer.
  5. No hay miedo al fracaso. Con la atención centrada en una única cosa, estamos demasiado ocupados para pensar en un posible fracaso. Nos sentimos seguros.
  6. Olvidarse de sí mismo. Mientras que en el día a día nos preocupamos por lo que otros pueden pensar de nosotros, cuando disfrutamos aprendiendo, nos olvidamos del ego.
  7. El tiempo desaparece. Las horas pueden parecer minutos o al revés: los minutos horas. En cualquier caso, nuestra percepción del tiempo está alterado.
  8. La actividad merece la pena por sí misma. Este punto no podría expresarlo mejor que Ángela Dini: «a veces me pagan por diseñar, pero lo que no saben es que lo haría de buena gana gratis».

¿Qué sucede cuando disfrutamos con el trabajo?

El deseo de libre mercado, en el origen de las revoluciones árabes

Hernando de Soto recuerda en un comentario en FT que fue el deseo de libre mercado, el deseo de poder trabajar en una economía de mercado, lo que desencadenó las revoluciones en el mundo árabe. El frutero que se quemó a sí mismo en un mercado fue, como el 50% de los trabajadores del mundo árabe, un emprendedor al margen de la legalidad que quería tener propiedad y a hacer negocios sin que le fastidien las autoridades corruptas. De Soto cuenta, entre otros, que conseguir esto le habría llevado 55 pasos administrativos durante año y medio por un coste equivalente a 24 meses de sus ingresos.

El fin de la educación obligatoria

Después de argumentar que el sistema educativo no se puede reformar desde dentro, comparándolo a los dinosaurios abocados a extinguirse, Peter Grey describe su visión de una reforma educativa real. Va como sigue.

La tendencia de rechazar el sistema educativo convencional seguirá y se acelerará. Se acelerará porque con cada nueva persona que deja el sistema convencional, la decisión de hacer lo mismo parecerá menos rara para el resto. Somos criaturas de la conformidad, al menos la mayoría lo somos. Pocos nos atrevemos a comportarnos de un modo que le parezca anormal al resto. Pero conforme más y más personas dan la espalda al sistema, llegaremos al punto en que todo el mundo conocerá a una o más familias que han hecho esa elección, en que todo el mundo podrá ver que esa elección tiene como resultado niños más felices y sin perder oportunidades de prosperar en la vida cuando crezcan. Poco a poco, las personas cambiarán su actitud. «No es necesario pasar por el sistema educativo convencional. Puedes jugar, explorar, disfrutar de tu infancia y aprender por el camino.»

Las personas empezarán a comprender que tienen elección. ¿Qué elegirán, la escuela convencional donde se les dice lo que tienen que hacer, o la libertad? Qué han elegido siempre cuando comprenden que pueden elegir entre la libertad y la dictadura?

En algún momento de este proceso, se alcanzará un punto de inflexión. El número de personas que eligen la libertad para sus hijos será tan grande que ya no habrá suficiente demanda para la escuela convencional. En su lugar, surgirá demanda para parques seguros, talleres de aprendizaje, buenas bibliotecas, escuelas tipo Sudbury donde los niños puedes estar sin sus padres jugando y explorando, y otros centros de aprendizaje públicos que ofrecerán oportunidades valiosas para aprender sin que sea obligatorio. Costarán mucho menos que nuestras escuelas publicas. Es muy caro obligar a niños a estar en escuelas, por la misma razón por la que lo es guardar presos en prisiones.

Si lo piensan, lo cierto es que hacer algo porque es obligatorio no casa nada con la pasión, la creatividad y la iniciativa, los rasgos que hacen prosperar a las personas en el siglo 21.

El lugar de Khan Academy

Creo que el fenómeno de Khan Academy se entiende mejor si somos conscientes del lugar que ocupa en el proceso de aprendizaje. Sus vídeos y ejercicios están, principalmente, entre ese 10% del aprendizaje que se produce en entornos formales, como clases y cursos.

En este sentido, entiendo que suscite cierto escepticismo entre los educadores que también cubren ese 10% puesto que supone una competencia para ellos. El miedo de verse sustituidos por los vídeos estaría, entonces, relacionado con la inseguridad de no saber si pueden ofrecer algo más allá de explicaciones lineales. Los que sí saben ofrecer algo más, rápidamente vieron la oportunidad de liberar el tiempo de contacto de las explicaciones frontales y dedicarlo a trabajar alrededor de problemas. Estudiando con los vídeos en casa, como deberes, y aprovechando el tiempo en la escuela para interactuar.

Es ese tiempo liberado que se puede dedicar a la interacción y el aprendizaje basado en proyectos que es capaz de llegar más allá del 10%, haciendo que el aprendizaje formal ofrezca más que antes. De ese modo, se podría afirmar que se ha conseguido una mejora incorporando la tecnología a la educación, aunque esa mejora haya ocurrido por la vía oblicua y no la directa.

La visión de Khan Academy es crear «una gran clase global» (one global classroom). Si creara una sola clase para todos, sería empobrecedor. Pero si lo pensamos en términos de la destrucción creativa propia de la globalización, es decir, en aumentar la homogeneidad para construir sobre ella más diversidad, el balance será positivo. Y si el aumento de la homogeneidad es a través de buenas explicaciones lineales accesibles a más personas, la diversidad lo es a través de tutores capaces de crear experiencias: siendo ejemplos para los alumnos y ofreciéndoles contextos en los que aprender haciendo cosas y resolviendo problemas.

Aprender observando un ejemplo

El modelo de aprendizaje 70/20/10

Recuerdo que, siendo niño, a veces me quejaba ante los adultos de que me aburría. Al cuidar niños yo, también lo vi del lado opuesto y, efectivamente, los niños se quejaban de que se aburrían.

Ahora bien, hace muchísimos años que yo me aburrí la última vez. De hecho, no recuerdo cuándo. Creo estar en lo cierto al afirmar que cuando dejé de esperar que otros me sacaran del aburrimiento y empecé a preguntarme a mí misma ¿qué hago?, el aburrimiento desapareció por completo de mi vida.

El aprendizaje y el aburrimiento son mutuamente excluyentes. Sólo aprendemos si algo es relevante y tiene sentido. A falta de cosas que percibamos como relevantes y con sentido en nuestro entorno sentimos, por tanto, aburrimiento.

Hará unos seis o siete años que leí por primera vez que el 80% de lo que aprendemos, lo aprendemos por la vía informal, es decir, fuera de las clases del instituto y los cursos de la universidad. Me asombró esa cifra porque, en aquel entonces hacía poco que acababa de dedicar unos dieciseis años de mi vida precisamente a clases y cursos. Me asombró la cifra porque decía que el 80% de ese tiempo estuvo mal aprovechado. Esa cifra era la explicación del porqué del aburrimiento.

Como el último mes lo he mencionado dos veces, va siendo hora de explicar(me a mí misma) en este blog el modelo 70/20/10 de aprendizaje teorizado por Morgan McCall, Robert Eichinger y Michael Lombardo. La mejor definición breve la he encontrado aquí. En resumen se trata de que

  • El 70% del aprendizaje ocurre mientras hacemos cosas, en serio y en la vida real. Trabajando, realizando tareas, resolviendo problemas.
  • El 20% del aprendizaje ocurre mientras observamos otros que consideramos ejemplos. Por ejemplo, trabajando junto a alguien de quien pensamos que sabe mucho.
  • El 10% del aprendizaje ocurre en entornos formales de enseñanza y formación. En lo que conocemos como clases y cursos.

El modelo fue creado en el marco del aprendizaje de adultos. Existen, no obstante, argumentos para pensar que también aplica a niños a partir de los 10 años. De ahí que merece la pena tomar el serio aquello del aprendizaje basado en proyectos.

Y, en general, tomar en serio lo del 70% a la hora de pensar el aprendizaje, ponernos a aprender o ponernos a financiar programas para que otros aprendan.

Certificados de profesionalidad

Es conocido que al menos el 70% de lo que las personas aprenden lo aprenden mediante la experiencia y la resolución de problemas en el día a día. Certificar este tipo de aprendizaje por parte del estado tiene sentido aunque cada vez será más importante la certificación realizada por el contexto: los pares que ya cuentan con reconocimiento y la comunidad formada por estos.

Ahora que los gestores de la FP se ponen a certificar competencias que las personas construyeron trabajando, se presenta una bonita ocasión para una investigación cualitativa sobre desarrollo de competencias. El proceso de certificación se podría aprovechar para recoger experiencias y testimonios sobre itinerarios profesionales tan reales e informales como la vida misma. Bien organizada, analizada y visualizada, esta información sería un valioso recurso para la orientación profesional, generando así un bucle de retroalimentación entre la realidad de los oficios, los futuros profesionales y sus tutores.

La creatividad es un fenómeno sistémico

No hay manera de saber si una idea es valiosa hasta que pase por la evaluación social. Por eso, la creatividad no es algo sucede dentro de la cabeza de la persona sino en la interacción entre los pensamientos de la persona y el contexto sociocultural. Es un fenómeno sistémico más que individual.

Mihály Csikszentmihályi en Creatividad: El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención

El concepto de mercado está en todas partes.

Las prácticas en el extranjero y el aprendizaje basado en proyectos

Las prácticas profesionales en el extranjero que se organizan en el marco de proyectos Erasmus y Leonardo serían una fantástica oportunidad para el aprendizaje basado en proyectos.

Para cuando llegue el momento del viaje, los alumnos podrían haber aprendido cómo formular objetivos, cartografiar el tejido productivo de un determinado lugar o contexto lingüístico, crear un blog personal para comunicar quiénes son y qué saben, establecer relaciones con empresas en las que les gustaría realizar sus prácticas, organizar el viaje y el alojamiento y, mientras hacen todo esto, darse cuenta de que necesitan esforzarse mucho en aprender bien el idioma de sus prácticas.

Sin embargo, muchas organizaciones que dan la oportunidad a los alumnos de realizar prácticas profesionales transnacionales, las siguen ofreciendo como «plazas», como si de oposiciones se tratara. El mismo camino a recorrer, la misma experiencia precocinada, la misma felicidad para todos. Es una manera de echar a perder una valiosísima oportunidad de aprender-hacer-compartir que prepararía a vivir en un mundo en red.

Aprendizaje distribuido

El fin de semana unos amigos, profesores de secundaria, nos comentaron cómo han ido viendo en los últimos años reducirse con rapidez la importancia de la escuela en lo que sus estudiantes, expuestos a muchos estímulos de muchas fuentes, acaban aprendiendo.

Hoy me he encontrado con una publicación que define conceptos de aprendizaje online para la educación que ocurre entre los 4-6 y los 16-19 años de edad; lo que en EE. UU. llaman K-12. Los listados de definiciones, similares a las enciclopedias, siempre me han cautivado, de modo que entre las docenas de pestañas de navegador abiertas desde la mañana, ésta fue una de las pocas que he llegado a leer.

Me gustó que al aprendizaje online o a distancia lo llamaran aprendizaje distribuido. Que digan que en 5 años cada alumno de más de 12 años estará participando en algún tipo de aprendizaje distribuido significa que a los niños más mayores se les estará permitido aprender como si fueran… eso, niños más mayores y que las metodologías para ellos se acercarán a las del aprendizaje de adultos.

Me tranquilizó que entre las definiciones tuvieran su firme lugar «blog» y «wiki» y no estuvieran los servicios de redes sociales y otros servicios web centralizados. Ah, y a la escuela tal como la hemos conocido la llaman «escuela de ladrillo y mortero», dos ingredientes de la prosperidad cuyo auge, como no tenerlo claro a estar alturas, ya pasó. También en el sector de la educación.

Emprendimientos vinculados a las Escuelas Técnicas de Uruguay

Durante nuestras primeras dos semanas en Uruguay hemos descubierto el potencial de la Red Emprender a través de las personas que la promueven. Esta red apoya a lo que acá en Uruguay han venido a llamar «emprendimientos dinámicos» (potencial de crecimiento rápido y de exportación, unida a la posibilidad de convertirse, al menos, en empresa mediana) y centra su actividad en la élite, en el sentido de que está principalmente en la capital, Montevideo, y está articulada por universidades en un lugar donde sólo el 3% de la población llega a la universidad. Como siempre, hay excepciones que confirman la regla, ya que la Universidad de la República enfoca sus servicios de modo que sea fácil que se incorporen personas sin estudios universitarios.

También conocimos las actividades de Ashoka Uruguay, que opera en el ámbito del las «empresas sociales». Para éstas, de paso, he pensado una nueva definición: empresas que ofrecen servicios a comunidades imaginadas por el estado pero a los que el estado no logra llegar a través de la administración pública de ahí que los apoya ya sea directamente ya a través de organizaciones internacionales, aunque siempre con una cantidad menor de lo que le costaría proveer el servicio mediante su propia estructuras.

Ahora, a través del periódico La Diaria (cuyo administrador es, por cierto, un Ashoka Fellow) conocemos el apoyo al emprendizaje que no es ni «dinámico» ni «social» en el sentido Ashoka, sino es lo que podríamos denominar «de base» o artesano y que está ligado a las Escuelas Técnicas, antes llamadas Universidades de Trabajo. Es el tipo de emprendimiento que cubre, por ejemplo, la necesidad —algo que nosotros detectamos nada más aterrizar en Montevideo— de productos para celíacos.

El programa lo promueven la CND y la ANII —la primera presente también en la Red Emprender— más el Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP) y la Dirección Nacional de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas (Dinapyme). Es una especie de preincubación en cinco etapas: (1) difusión en todas las Escuelas Técnicas, (2) capacitación mediante talleres para elaborar un plan de negocios, (3) elaboración del proyecto (4) evaluación de la propuesta técnica, la viabilidad económica y la capacidad de emprendimiento de los integrantes del equipo y su nivel de compromiso y (5) trabajo con tutores para el arranque del proyecto.

El programa está ligado a un concurso de premios anual, con las debilidades del rankismo pero útil para la difusión ya que dio origen a la noticia en La Diaria.

El grupo de los últimos premiados comprende un cafetería que vende dulces caseros —cuyas fundadoras aspiran a sumar a sus propias madres en la fabricación de panes, tortas y empanadas—, dos locales de venta de productos para celíacos, un vivero de especies autóctonas que una estudiante ha montado en su propia casa y del cual dice «que si no alcanzaba para ganar plata por lo menos podía ayudar, pero ahora veo que va a dar», una empresa de prevención de riesgos laborales, un taller de joyería artesanal de piedras, una empresa que comercializa una máquina envasadora y selladora integrada para grano húmedo y, finalmente, otra que comercializa lo que sus creadores describen como una “bicicleta fija de gimnasio que tiene adosado un sistema de poleas que lo que hacen es mover un generador que es un alternador y almacena la energía en una batería; después la energía pasa por un inversor que la pasa de 12 voltios continua a 220 alterna, que es la que hay en una casa» y aquí cabe recordar que en el interior de Uruguay todavía hay zonas sin electricidad.

Estos proyectos empresariales se diferencian de los de la Red Emprender en que no tienen un alto grado de componentes tecnológicos y tampoco un potencial de crecimiento y de exportación extraordinario. Se distinguen también de los proyectos de Ashoka ya que articulan productos y servicios claramente dirigidos a la comunidad real de los impulsores de cada proyecto, en lugar de estar enfocados a comunidades imaginadas abandonadas por el estado. Son el tipo de emprendimientos viables y llenos de sentido al que la mayoría de la población tiene acceso y que, mucho más que a universidades, están vinculadas a Escuelas Técnicas, a la formación profesional desprestigiada en la época industrial que, en mi opinión, puede convertirse, dada su relación directa con la producción, en potente motor de la cultura de emprendimiento en la era de las redes distribuidas y del conocimiento.