Escasez y abundancia en los mercados de trabajo

El mismo día y en el mismo periódico aparecieron varios artículos cortos sobre casos concretos de búsqueda de empleo, repletos de frases como «estoy dispuesto a volver a aceptar una beca», «ahora busco cualquier trabajo», «ahora busco lo que salga», «estoy buscando de cualquier cosa».

Casos, no sólo de búsqueda de trabajo, sino de búsqueda desesperada de trabajo. Unos días más tarde supimos que, según «los jóvenes españoles», la consultora Accenture es la mejor compañía para trabajar.

¿El link entre las dos noticias? La necesidad de las empresas de una oferta de trabajo dispuesto a trabajar para ellos en condiciones de precariedad. Una oferta que, además, tiene que ser constante ya que la precariedad lleva al agotamiento y al abandono rápido de la empresa. Este es el motivo de que a las personas se les envíe el mensaje de que no les queda otro, incluidos los que anteriormente ya habían creado una empresa. Ese mercado de trabajo, el del capitalismo de amiguetes, obedece a la lógica de la escasez.

Los que se creen este mensaje seguramente también crean que para emprender hay que tener una idea que es la bomba y del cual luego nace una empresa. Los últimos días hemos estado hablando con personas que se dedican al apoyo del emprendimiento en Montevideo. No podrían haberlo dejado más claro que esto no es así por la razón de que el emprendimiento empieza con la persona. Ésta, como la piedra que se va puliendo, se va empoderando hasta llegar a esa idea con la que, paso a paso, entra al mercado. Sólo que esta vez se trata del mercado ordenado según la lógica de la abundancia en el que hay tarea para todos.

El «Erasmus» para emprendedores

Desde 2009, cuando lanzó el programa con el que se proponía aplicar el éxito del Programa Erasmus a los jóvenes emprendedores, la Comisión Europea subvencionó 532 estancias con 560-1.000 € al mes para el joven emprendedor (persona que tiene un plan de negocio o una empresa ya establecida desde hace menos de tres años) y un pago único de 900 € para el intermediario. No es mucho si pensamos en los 2 millones de estudiantes que hicieron un Erasmus en los últimos 20 años. Pero sí es suficiente para reflexionar sobre el sentido del programa antes de asignarle una nueva tanda de fondos.

Entre los 400 intermediarios, uno de Breda tiene el récord de haber hecho de puente entre 30 emprendedores y empresas ya establecidas. La mayoría de los intermediarios lo consiguieron con sólo uno o dos, frustrando así los planes europeos de tener tres veces más participantes de los que realmente lo fueron. El mayor problema: «el tiempo que la empresa ya establecida ha de dedicar a enseñar al emprendedor».

Hay a los que sí les merece la pena acoger a un joven emprendedor aunque cueste tiempo. Son los que aprecian el espítiru y motivación diferentes. A éstos, sin embargo, no deja de llamarles la atención que el llamado intermediario no haya ido a conocerles ni una sola vez.

El objetivo del programa —facilitar la interacción entre emprendedores con el fin de integrar mercados— está bien, aunque sea una debilidad que sólo se centre en los estados miembros de la UE.

Uno de los problemas, creo, es que cabe la posibilidad de que los intermediarios no se muevan en el mismo espacio que las empresas: en el mercado. Y si es así, cabe pensar que les cuesta, por un lado, seleccionar al emprendedor artesano y, por otro lado, no sepan orientar a las dos partes para que el aprendizaje lo sea para los dos.

La empresa virtual según Monty Widenius

Es maravilloso escuchar a Monty Widenius hablar de su empresa, MariaDB, porque lo hace con amor, y no sólo porque lleva el nombre de su hija pequeña. No tiene oficina. No con el fin de ahorrar costes sino porque los 20 trabajadores, que parece que son al mismo tiempo accionistas de la empresa, viven en diversos lugares del mundo. De hecho, el coste de los encuentros presenciales de varias semanas de duración que organizan cada año en distintas ciudades, equivale a mantener una oficina de 20 trabajadores.

McNulty, intraemprendedor social

Antes de viajar al II Encuentro eurolatinoamericano de emprendedores sociales juveniles, me preguntaba si al emprendedor hay que añadirle el adjetivo social por la misma razón que los indianos añaden el adjetivo real a las palabras identidad y comunidad. Si llamar la identidad real tiene sentido para diferenciarlo de la identidad imaginada, llamar al emprendedor social, me dije, cobraría sentido al querer diferenciarlo del emprendedor o inversor especulador cuyo interés es vender su empresa y multiplicar su inversión. Así, el emprendedor social sería una persona muy parecida al emprendedor artesano lo cual ofrecería una base común desde donde empezar a conversar.

La primera señal de que esto no era así fue que el encuentro, en realidad, no era de emprendedores. Los asistentes y ponentes con los que he coincidido eran funcionarios públicos y empleados de cámaras o de oenegés, todos promoviendo y premiando el emprendizaje no sólo social sino ahora también juvenil, pero nadie que haya fundado una empresa en su vida.

Uno de los ponentes dio una buen resumen de toda la teoría que se ha hecho hasta el momento en emprendizaje social. Diferenciaba entre tres tipos de persona emprendedora: la que trabaja para otros aportando innovación (el intraemprendedor), la persona que emprende con otros (el emprendedor) y la persona que emprende para otros (el emprendedor social). En el caso del intraemprendedor también cabía el adjetivo social si éste trabajaba en una oenegé o para el estado.

Las conversaciones durante las comidas y los paseos, si bien agradables, no hicieron más que confirmarme que el emprendedor social, tal como lo entendían en ese evento, tiene ese cariz oenegista de ayudar a otros que son pobres y no pueden hacerse cargo de su vida mientras que él sí puede (hacerse cargo de las vidas de otros). Y este enfoque universalista, esté basada en la visión cristiana del mundo o en el nacionalismo, no es precisamente el que va a permitir que el emprendedor social se mantenga al margen de las lealtades y jerarquías sociales del poder. En la mayoría de los casos, sus lealtades le situarán en el lado del poder, no le importará mantener el status quo y, si para conseguir una subvención tiene que ponerse el adjetivo juvenil, se lo pone.

Finalmente, supimos que un estudio de Ashoka había descubierto que los emprendedores sociales, al trabajar tanto para otros, suelen tener problemas familiares y vidas privadas desastrosas. A los que hayamos visto las cinco temporadas de The Wire, esto nos permite identificar a McNulty como el intraemprendedor social por excelencia.

Lo grotesco de un mundo sin innovación

Ordenando mis cosas, llego a uno de los microcuentos de István Örkény, creo que el único que es posible encontrar en la web traducido al español. Su protagonista, de cuatro años, me recuerda la protagonista de La era del diamante, pues ambas niñas muestran que conocimiento y contexto son inseparables. Aquí va el cuento.

La niña sólo tenía cuatro años, sus recuerdos, probablemente, ya se habían desvanecido y su madre, para concienciarle del cambio que les esperaría, la llevó a la cerca de alambre de espino; desde allí, de lejos, le enseñó el tren.
—¿No estás contenta? Ese tren nos llevará a casa.
—Y entonces ¿qué pasará?
—Entonces ya estaremos en casa.
—¿Qué significa estar en casa?— preguntó la niña.
—El lugar donde vivíamos antes.
—¿Y qué hay allí?
—¿Te acuerdas todavía de tu osito? Quizás encontremos también tus muñecas.
—Mamá, ¿en casa también hay centinelas?
—No, allí no hay.
—Entonces, de allí ¿se podrá escapar?

Del sistema interjaula, del mundo del espíritu nacional, del rompecabezas de piezas planas, si se destila, lo que queda, es grotesco.

¿El futuro del trabajo?

Siempre me ha parecido problemática la llamada intermediación laboral en la cual la falta de confianza entre el que demanda trabajo y el que lo oferta se soluciona recurriendo a un tercero en el cual ninguno de los dos confía. Las empresas de trabajo temporal, por ejemplo -y desde mi punto de vista-, basan sus ingresos en ahorrar el coste de generar la confianza necesaria para construir grupos de personas que sean buenos e innovadores trabajando juntos. Este coste, es especial en el caso de burocracias y otras rígidas jerarquías formales, sería considerablemente más alto que pagar el parche que pone la ETT. El status quo se salva a cambio de perder resiliencia e innovación. Y a cambio de instrumentalizar las personas.

A este tipo de intermediación laboral ahora se le añade que las personas a contratar son autónomos y pueden estar situados en cualquier parte del planeta. Se monta un servicio web para organizarlos globalmente y ya tendríamos el futuro del trabajo resuelto. O no.

Hay dos características de ese servicio web que me hacen pensar que ese futuro puede no ser más que el traslado a la web del modelo anterior protegedor del status quo.

La primera es que se paga por horas. Los autónomos se conectan al sistema mientras trabajan y éste registra impresiones de pantalla y de otros documentos de trabajo. Si una de las características de la ética hacker de trabajo es precisamente una nueva mentalidad respecto al tiempo que consiste en trabajar orientado por metas en lugar de horarios, ¿no es del siglo pasado pensar que el futuro del trabajo es utilizar la tecnología para contabilizar mejor e incluso a distancia las horas trabajadas?

La segunda es que se trata de un servicio centralizado. Las relaciones y el dinero pasan inevitablemente a través de un único centro, la empresa que montó y mantiene el servicio. Si en el capitalismo que viene los mercados y los entornos virtuales son bienes públicos basados en software libre, ¿en qué se basa la afirmación de que el futuro del trabajo pasa por servicios web cerrados y centralizados?

Estas dos características son las que me hacen pensar que los creadores del servicio piensan en el autónomo como aquel articulista que lo presentó como una persona rodeado por «el agobio de la soledad y la sensación de aislamiento».

Quizá ocurrió porque los creadores del servicio pensaron en el futuro del trabajo desde la perspectiva de quien quiere mantener el status quo en lugar de innovar y pensarlo desde la diversidad de los futuros que vienen. Ya lo dijo Bruce Sterling en Islas en la red:

Las burocracias centralizadas protegen siempre al status quo. No innovan. Y es precisamente la innovación la auténtica amenaza. No es tan malo que nos causen algunos arañazos. El problema surge cuando piensan más que nosotros.

¿Regatear? Imposible

Ayer fui a mirar jerseys a Mango y dediqué una hora a encontrar uno. Estuve dudando entre la talla S y la M. Al final elegí la M. Como detalle curioso observé que costaba cinco euros más que la S. El motivo de esa diferencia… no supieron explicar los empleados. El ordenador decía que es lo que costaba y si había una diferencia de cinco euros, es lo que había. La segunda observación que hice fue que estaba roto -bastante- en un extremo. Pero me seguía gustando. De camino a caja decidí el precio que estaba dispuesta a pagar por el jersey a cambio de arreglarlo yo en casa. Había cierto riesgo de que no se pudiera pero por el precio que iba a ofrecer me merecía la pena. El precio que iba a ofrecer… porque regatear, me lo temía, no entra en la planificación de procesos de Mango. La chica no me miraba cuando pronunciaba la palabra «imposible».

La nuez moscada y los inconvenientes de cualquier monopolio

Viene el invierno, época de preparar cremas y purés calientes. Para hacerlos más apetecibles, echamos mano de las especias exóticas. La crema de puerros y la de calabacín quedan más ricos con nuez moscada, mientras que al puré de calabaza le va de maravilla la guindilla.

La nuez moscada, en concreto, me lleva a abrir un libro realmente bonito de la estantería que cuenta la historia de las especias. Tomo conciencia de que, si viviera en el siglo XIV, rallar nuez moscada en la crema me costaría fácilmente tres ovejas o siete bueyes, dependiendo de si vivía en Inglaterra o en Alemania. Sigo leyendo para enterarme de que a partir del siglo XVI, me costaría aún más.

«Cuando los portugueses descubrieron las Islas de las Especias en 1512, el comercio de la nuez moscada y el macis pasó  a ser monopolio suyo durante un centenar de años. A continuación, fueron expulsados por los holandeses, que prosiguieron con este monopolio comercial, llevándolo a grandes extremos: en 1651, proyectaron desarraigar todos los claveros y moscateros de todas las islas excepto las de Amboina, a fin de proteger con esta restricción la cosecha de especias. La pena de muerte con que se castigaba la posesión, venta o cultivo de clavos o nuez moscada obligó a los isleños a aceptar esta política, y en 1681 se destruyeron las 3/4 partes de claveros y moscaderos de las Molucas. En el siglo XVII, la nuez moscada pasó a ser una de las especias más caras, de primerísima importancia como artículo de comercio en el mundo occidental, objeto tanto de los estratagemas de los holandeses para mantener altos los precios, como de las contratretas de los ingleses y franceses para tratar de obtener semillas fértiles para transplantar.»

Cuando, unos días después, escucho a Juan Urrutia decir que «el monopolio intelectual, aunque sea temporal, tiene todas las dificultades e inconvenientes que tiene cualquier monopolio; sería mucho mejor la competencia», no tardo en recordar este episodio de la historia de la nuez moscada y los inconvenientes de «proteger la cosecha».

Pero la historia no termina aquí sino nos enseña también algo sobre el funcionariado. En el siglo XVIII, cuando los precios del macis (la cáscara de la nuez moscada) fueron superiores a los de la nuez moscada, un funcionario de Amsterdam envió órdenes terminantes a las Molucas para reducir el número de moscateros y plantar… ¡más árboles de macis!

Elementos de ciberactivismo en Brazen Careerist

El pasado trimestre en la UOC me tocó preparar un trabajo sobre la interacción en la red social online Brazen Careerist que coincidió con mi lectura de El poder de las redes de David de Ugarte. Desde entonces ronda por mi cabeza si Brazen Careerist, una comunidad virtual para profesionales de la llamada Generación Y, se puede considerar una iniciativa ciberactivista.

El sitio, con sede en Madison y con la inmensa mayoría de los miembros residiendo en Estados Unidos, promueve que los usuarios creen un llamado CV social (social resume) a través de compartir sus ideas, participar en grupos e interactuar con otros usuarios y con empresas. Al mismo tiempo, ayuda a las empresas a interactuar con los usuarios con el fin de encontrar los mejores profesionales (se afirma que se trata de una generación difícil de contactar) y tomar mejores decisiones de contratación. Es por el lado de las empresas que ingresa dinero.

El caso es que he podido identificar en Brazen Careerist los elementos del ciberactivismo: el uso de Internet, y sobre todo la blogosfera (BC se inició como una comunidad de blogs y los canales RSS siguen siendo las arterias y venas por las que fluyen las conversaciones), para difundir un discurso (como el de la no separación entre vida, trabajo e ideas, característica de la ética hacker) y poner a disposición pública una herramienta que proporcione a las personas poder y visibilidad (muy relacionados con la reputación, elemento vertebrador en Brazen). A esto se añade que no he podido identificar jerarquías (los administradores, de hecho, participaban en las conversaciones como uno más) y sí un proyecto educativo en el sentido de que se promueve un aprendizaje basado en la reflexión y la colaboración. Siguiendo con la lógica del ciberactivismo, en Brazen Careerist he observado el fortalecimiento colectivo e individual de las personas en una época que nos exige que solucionemos nosotros mismos muchos de nuestros problemas, sin la ayuda de instituciones y que ayudemos a otros a hacer lo mismo.

Digo lo del proyecto educativo porque me ha parecido que interactuar en el sitio requiere un esfuerzo considerable de los usuarios en cuanto a reflexión crítica y tiempo dedicado. Las formas de entrar en la conversación son, básicamente, cuatro: (1) suscribirse al canal RSS del sitio que agrupa los blogs de los miembros, leerlos con regularidad para, llegado el momento, empezar a comentar; (2) convertirse en miembro de uno o varios grupos o bien crear un grupo, y enviar mensajes o comentar en la página del mismo; (3) convertirse en seguidor de las personas que nos interesa conocer más y comentar sus aportaciones (de hecho el sistema requiere que, para poder comentar a otro usuario, primero se tiene que ser seguidor); y (4) proponer a los editores del sitio nuestro blog para que lo incluyan en el canal RSS de Brazen, de ese modo nos den publicidad y podamos empezar a recibir comentarios de otros usuarios.

La estructura del sistema emplea todos los elementos identificados por Kollock, que, bien utilizados, favorecen la participación de los usuarios: asegura la continuidad de la interacción, la persistencia de la identidad, almacena la información de las interacciones anteriores y las mantiene fácilmente visibles así como aplica con transparencia el reconocimiento de la colaboración de los usuarios. Es el tema de los límites, del dentro y del fuera, que necesita estar bien definido y defendido si se quiere favorecer la colaboración, que probablemente no esté del todo resuelto y que requiere de continuos acuerdos y compromisos. Si quiero comentar un post que me ha llegado desde el canal RSS de Brazen, lo puedo hacer en Brazen o lo puedo hacer en el blog en cuestión, por tanto fuera de Brazen Careerist. Si mi objetivo es construir mi CV social, lo voy a hacer dentro del sistema. Al mismo tiempo, el blogger en cuestión se tiene que enfrentar con que, a cambio de exposure mediante la inclusión de su blog en el RSS comunitario, puede perder visitas, comentarios y control en su propio blog. De comentarios en el grupo «Brazen community feedback» supe que algunos usuarios estaban pidiendo poder exportar a su blog los comentarios que sus posts reciben en Brazen y acceder a la información sobre el número de visitas que su post recibe dentro de la comunidad. Por otro lado, los usuarios han encontrado formas de llevar el contenido de Brazen fuera, hasta sus propios espacios. Un mensaje en Brazen puede inspirar un post en el blog de otro usuario y llevar la conversación desde la comunidad a ese blog.

Para terminar, llama la atención el nombre del sitio. Si careerist denota un profesional ambicioso, incluso un trepa, brazen, por si no había quedado claro, le añade el adjetivo descarado. Esto, unido a un discurso relacionado con la ética hacker, transforma la desvergüenza en una característica positiva de los profesionales.

Las empresas ‘ofrecen’ y las personas ‘demandan’ empleo en un mundo patas arriba

Los economistas hablan últimamente de oferta y demanda de competencias (skills supply and demand) y cuando lo hacen, entienden que la oferta viene por parte de quienes ofrecen trabajo, es decir, los trabajadores y la demanda por parte de quienes demandan trabajo para llevar a cabo proyectos, es decir las empresas. Los trabajadores ofrecen y las empresas demandan.

Sin embargo, cuando miramos el mercado laboral desde el punto de vista de los trabajadores, y especialmente de los desempleados, la oferta la hacen las empresas y los que demandan son los trabajadores. Y demasiadas veces se nos escapa que ya no hablamos de trabajo y competencias sino de empleo.

Para una mayor precisión acerca de los significados de trabajo y empleo, uno puede recurrir a Chris Benner. Según este geógrafo urbano y de la economía, profesor de la Universidad de Pennsylvania, trabajo hace referencia a las actividades que realizan las personas mientras participan en el proceso productivo. Incluye las aptitudes físicas y los procesos cognitivos implicados, las herramientas y la tecnología utilizada y las relaciones que establecen con otras personas – clientes, compañeros de trabajo, colegas de otras compañías, proveedores y demás – mientras trabajan. Empleo, en cambio, se refiere a las relaciones entre trabajador y empleador, a los procesos utilizados por los segundos para dirigir, motivar y supervisar a los primeros y a la compensación recibida.

Creo que trabajo y empleo con demasiada frecuencia se utilizan indistintamente en el discurso público. Una de las consecuencias de esta (con)fusión de los significados es, en palabras de David, una relación con las empresas donde no emprendemos nada, donde esperamos que nos saquen a bailar y nos ponemos guapos para llamar la atención con el cuaderno de bailes en la mano. Porque somos ‘demandantes’ de empleo.

Por el lado de las empresas, aunque nos ciñamos a que demandan trabajo y no les veamos como ofertadores de empleo, como bien apuntó Enrique, compañero del master, en la economía clásica las simplificaciones llevan a que lo que se demanda sean horas y se pague dinero y que no entren las competencias ni las relaciones que se establecen en el proceso productivo.

Lo que tenemos, por tanto, son personas reducidas a horas y empresas reducidas a pagadores. Pero todos sabemos que el trabajo es mucho más que esto.

Una solución innovadora y esperanzadora es el trabajador como pluriespecialista que no busca un contrato sino un proyecto donde aportar y aprender y la empresa como comunidad con un proyecto vital compartido que se expresa a través de su acción, incluida aquella que tiene lugar en el mercado. Un modelo integrador de todos los elementos del trabajo antes mencionados: aptitudes, procesos cognitivos, tecnología y relaciones interpersonales y les añade la dimensión de aprendizaje continuo.

Conozco más ejemplos, pequeños y parciales eso sí… hay proyectos europeos dentro de centros de formación que comienzan como minúsculos emprendizajes de profesores, a veces sólo de uno, para luego crecer y convertirse en espacios transnacionales de aprendizaje, producción y, quién sabe, de pequeños mercados en los que tanto las personas como las empresas busquen aportar y aprender.