Islas en la red de Bruce Sterling mostró un mundo globalizado en el que la pregunta ¿por qué seguir trabajando a través de los gobiernos? se hacía inevitable a la vez que representaba una cálida promesa. En La era del diamante conocemos un mundo parecido pero con tecnología más fina, personas y relaciones más complejas y un orden mundial que definitivamente ha dejado de articularse por medio de estados nacionales si bienlo descentralizado no acaba de dejar paso a lo distribuido, la economía sigue basándose en monopolios que aborrecen la competición y la asociación del poder al territorio hace muy difícil «vivir en el riesgo sin necesidad de matar a nadie».
Ha sido curioso observar cómo las ideas que Stephenson materializó en este libro de 1995, conectan con hechos e ideas del 2010. La arrasadora velocidad de cambio social impulsado por China y los pronósticos sobre la nanotecnología que convierte el cuerpo humano en máquina inteligente no pueden más que cobrar nueva luz después de la lectura de La era.
Filés
Considerando tendencias actuales como que los estados nacionales cada vez que corren a apagar un fuego acaban -por el carácter obsoleto de sus herramientas y su lógica interna- subvencionando al pirómano con tal de salir del problema y que la gobernanza global en el sentido de leyes globales no se va a dar o si se da, no valdrá para las empresas transnacionales porque se habrán enfrentado antes a los problemas que aquellas vendrán a legislar, es más que interesante adentrarse en la arquitectura mundial que Stephenson crea en el libro y cuyo elemento esencial es la filé.
La filé de La era se escribe phyle y es una comunidad transnacional de asociación voluntaria y con economía propia que cobra formas diversas dependiendo de los valores que la articulan. Esto en sí, o sea, que los valores conducen a la forma y carácter que adquiere una comunidad (son los medios que determinan los fines y no al revés) constituye una valiosa lección del libro. La phyle que más llegamos a conocer, la de los neovictorianos, próspera y fuerte (la descripción de uno de sus fundadores quien, en su juventud «descubrió que la forma más segura de escandalizar a la mayoría de la gente en esa época era creer que algunos comportamientos eran malos y otros buenos, y que era razonable vivir la vida de esa forma», da pistas sobre los valores de esta phyle), se parece a la Rizome y Kymera de Islas en la red puesto que es un actor económico y político posnacional y de libre asociación, sin embargo es distinto de las anteriores en cuanto que carece de democracia económica; tiene una estructura jerárquica rígida, es propietaria de tecnologías a través de las cuales domina las otras phyles y contribuye a la creación de un mundo en que todo se puede vigilar.
Conocimiento
La fuente de su poder dominante es, a su vez, el punto débil de los neovictorianos. La misma rigidez de su estructura, la protección de su propiedad intelectual y su lógica universalista, o sea, las características que le dan tan enorme poder sobre otros, tendrán como consecuencia el estancamiento del conocimiento y de la innovación que, a la larga, significarán su fin como phyle. Serán ésta y parecidas las contradicciones y ambigüedades que Nell aprenderá a manejar a lo largo de la historia y serán personas con ética hacker que harán, desde dentro del sistema y sin necesidad de derrocarlo antes, que las cosas cambien.
Uno de ellos, cuyo nombre -Hackworth- es la unión del postmoderno hacker y del romántico Wordsworth, programa el Manual ilustrado para jovencitas, una herramienta que lo tiene todo para crear libertad y no dependencia. Si la educación adoctrinadora que reciben los jóvenes neovictorianos («pueden decirte en qué creen pero no por qué lo creen») se parece a la Wikipedia de la etapa un pequeño grupo de bibliotecarios deciden qué es relevante para el resto del mundo), la analogía con el Manual serían las contextopedias de la era distribuida que empoderan a las personas que las crean por medio de la deliberación. El Manual integra, así, los dos ingredientes más importantes de cualquier pedagogía que merezca la pena: la personalización (es capaz de crear contextos dinámicos según las experiencias concretas de las niñas) y las relaciones afectivas y de confianza (la figura de Miranda) para enseñarnos que el conocimiento se genera a través de la interacción, que ésta implica la existencia de una comunidad, y que los contextos dinámicos, con una gran capacidad adaptativa, nacen de comunidades de topología muy distribuida y con una alta interacción entre sus miembros.
La última característica que hace que el Manual cree libertad y no dependencia es que la propia herramienta sea libre, es decir, que no esté protegida mediante derechos de propiedad intelectual más allá de los morales. La historia de Nell nos muestra que de este tipo de libertad dependen vidas, en el plano de la supervivencia individual, y futuros, en el plano del porvenir de la sociedad.
Hackerina
Empoderada mediante el conocimiento, que es exactamente el que necesita primero para sobrevivir y luego para construir, la hackerina Nell no puede ni conformarse con el camino recto y estrecho ni simplemente darle la espalda a lo que le causa sufrimiento. Lo que hará es construir una nueva filé alrededor de los relatos que ha ido creando junto con el Manual.
—Sé, por supuesto, que tengo perspectivas favorables en la phyle atlante. —dijo Nell—, pero creo que no sería adecuado para mí recorrer el camino recto y estrecho. Ahora voy a China a buscar fortuna.
La historia incluye la creación, por parte de grupos cuyo interés es traer bienestar a los oprimidos, de una tecnología llamada seed para combatir el feed, la tecnología dominante controlada por los atlantes. La manera en que se resuelve este hilo de la trama me parece una apuesta en contra del determinismo tecnológico, o sea, que no vale la pena construir nuevas tecnologías (el seed) si el precio es la amputación psicológica (de Nell, que perdería a su madre), por utilizar una expresión que escuché en un documental el otro día. Es decir, si ese es el precio, el resultado no merecerá la pena, toca buscar otros caminos.
La era del diamante me ha abierto el apetito tanto para juegos de rol como para más Stephenson. Me ha dejado con muchas ganas de leer tanto El Ciclo Barroco como Mongoliad.