Lo grotesco de un mundo sin innovación

Ordenando mis cosas, llego a uno de los microcuentos de István Örkény, creo que el único que es posible encontrar en la web traducido al español. Su protagonista, de cuatro años, me recuerda la protagonista de La era del diamante, pues ambas niñas muestran que conocimiento y contexto son inseparables. Aquí va el cuento.

La niña sólo tenía cuatro años, sus recuerdos, probablemente, ya se habían desvanecido y su madre, para concienciarle del cambio que les esperaría, la llevó a la cerca de alambre de espino; desde allí, de lejos, le enseñó el tren.
—¿No estás contenta? Ese tren nos llevará a casa.
—Y entonces ¿qué pasará?
—Entonces ya estaremos en casa.
—¿Qué significa estar en casa?— preguntó la niña.
—El lugar donde vivíamos antes.
—¿Y qué hay allí?
—¿Te acuerdas todavía de tu osito? Quizás encontremos también tus muñecas.
—Mamá, ¿en casa también hay centinelas?
—No, allí no hay.
—Entonces, de allí ¿se podrá escapar?

Del sistema interjaula, del mundo del espíritu nacional, del rompecabezas de piezas planas, si se destila, lo que queda, es grotesco.