Notar la diferencia

De joven, ansiaba ir fuera, leyendo a Hemingway, Fitzgerald y todo eso. Y cuando fui, me resultó extremadamente fascinante convertirme en una nueva persona, distanciarme de todo lo que me ataba, notar todo lo que era diferente. Ese «notar la diferencia» era muy importante. Los idiomas, aunque yo no era bueno con ellos, eran muy importantes. Cómo se decían las cosas que eran diferentes, las diferentes expresiones. Apasionante. La primera vez que fui al extranjero tenía veintiuno y empecé a escribir un diario, que sigo haciendo. Lo escribía sobre todo para no volverme loco. Porque había tantas cosas que entraban en mi cabeza. Si lo podía escribir, ya no tenía que preocuparme por ello. De modo que irme fuera fue muy importante también en este sentido.

Así es como recuerda el escritor Richard Stern su primera experiencia en el extranjero, contado por Csikszentmihalyi. Y me recordó tanto la sensación de fascinación y vértigo que tuve cuando yo salí fuera por primera vez, que lo he traducido y puesto aquí.

La empresa del siglo XXI

Pensar como un nodo de una red en lugar de un puesto en una jerarquía es el primer cambio mental hacia una empresa colaborativa. Cultivar la creatividad se ha convertido en una responsabilidad directiva. Los rasgos del trabajador industrial eran el intelecto, la diligencia y la obediencia. Los nuevos rasgos del trabajador colaborativo son la pasión, la creatividad y la iniciativa. Estos no son convertibles en mercancía. No es posible ser creativo a demanda. La empresa colaborativa requiere de jerarquías más flojas y redes más fuertes. (Harold Jarche)

En la empresa del siglo XXI no hay puestos de trabajo, no hay plazas. Esto va de comprender las redes, apoyar las redes, fortalecer las redes y modelar el aprendizaje en red.

No vale quejarse

Y pienso que quienes se desesperan por una televisión decente están perdiendo el tiempo cuando se pueden personalizar pero que muy bien lo que desean ver. Este es el momento en que alguien siempre dice que a todos nos gusta tirarnos en el sofá y hacer zapping porque no se quiere pensar y se descubre y tal y tal… pero entonces no vale quejarse: se renuncia a pensar con lo que no vale quejarse de lo que hay.

Gonzalo Martín sobre ver la tele y financiar nuevas produccciones de una manera proactiva.

El universo un viernes por la tarde

Hay una teoría que dice que si alguna vez alguien descubre para qué es el Universo y por qué está aquí, el Universo desaparecerá instantáneamente y será reemplazado por algo aún más raro e inexplicable. Hay otra teoría que dice que esto ya ha ocurrido. Douglas Adams, «El restaurante al final del Universo»

Ventana emergente «Consejo del día» al abrir GnuCash.

Más contexto que contenido

Del artículo «Si las Universidades cotizaran en Bolsa», de Juan Urrutia y Aurelia Modrego, me apunté las siguientes frases.

En cuestión de desarrollo e innovación lo que se va a privilegiar es la capacidad de resolver problemas, que es lo que realmente va a aumentar la base de conocimientos y es fuente de generación de nuevas ideas conducentes a la realización de cambios. Cambios que son necesarios y convenientes, porque ayudan a crear estructuras mentales de aprendizaje que permiten la absorción de innovaciones, y que desgraciadamente son, a menudo, imposibles porque rompen intereses corporativos justificados torticeramente como requisitos para la transmisión de los valores eternos.

Remarca la importancia que para el aprendizaje tienen hoy los contextos adecuados frente a los contenidos, hoy ya abundantes. Las innovaciones en las empresas o los aprendizajes en las personas, se alimentan de un continuo de nuevos contextos. Son los que permiten llegar a los límites del mapa hasta ahora conocido y tender el cableado para llegar a nuevos territorios.

Homo Competens: maestro de tus destinos, dueño de tus talentos

Homo Competens es el nombre que Bert De Coutere, responsable de eLearning de IBM en Bélgica, da a los trabajadores del conocimiento en un libro que escribió como proyecto personal.

Es el punto de vista de alguien que lleva 10 años trabajando en la formación continua de empleados, cuyo primer y único empleador ha sido IBM, que es consciente y te avisa de sus sesgos («miro el mundo a través del gafas corporativas y de economista») y, lo más importante, con una enorme capacidad de explicar las cosas de un modo pragmático, especiado con pequeñas dosis de escepticismo y humor.

El mensaje más importante del libro es el emplazamiento de la mayor parte de la responsabilidad y la propiedad de las competencias / saberes / talentos (elijan el término que más les guste) de la mayoría de las personas desde la empresa hacia la propia persona. Un emplazamiento cuya necesidad surge de «los tiempos en los que vivimos»: en el mundo red –que De Coutere describe en términos de pequeño, plano, rápido, volátil y ambiguo– seremos más felices y prósperos con el enfoque de «eres el dueño y responsable de tus talentos» que con el del «trabajo para toda la vida».

El autor deja claro que le gustaría vivir en una sociedad meritocrática: «Quiero vivir en una economía del talento en la que los únicos factores de discriminación son el talento y el desempeño. Puedes ser un alien agnóstico y albino, si haces bien el trabajo, es tuyo.» El hecho de que haya escrito un libro por iniciativa propia y bajo su marca personal hace que le creamos.

El libro es pragmático porque intenta crear un marco para la construcción de competencias no sujeto a sistemas formales, en el cual sea posible para la persona hacerse cargo de ésta. Así, organiza el camino que lleva a desarrollar un talento en actividades de tres tipos: aprender, hacer y compartir. Aprendiendo construimos conocimiento, haciendo construimos experiencia mientras que compartiendo construimos reputación.

Una de las cosas que De Coutere recalca mucho es que en el mundo red, aprender necesita más de contextos que de contenidos. La consecuencia de esto es que el papel de las comunidades y del mercado como generadores de contextos se hace esencial. Lo otro en que pone énfasis es la importancia de la validación del talento, para lo cual ofrece una serie de ejemplos innovadores y acordes con el hecho de que el 80% del desarrollo de saberes se produce fuera de sistemas formales y también acorde con que la segunda pregunta después de ¿Tienes talento? es siempre ¿Puedes demostrarlo?

Al final del libro podemos leer una curiosa «entrevista con el futuro» en la que describe su visión de un sistema de incentivos para el Homo Competens (no queda claro si corporativa o en qué marco). En ella, los trabajadores cobrarían un sueldo base por las competencias que hayan desarrollado aunque no hagan ningún trabajo concreto, un fee por los proyectos en los que trabajan y, en ocasiones, un bonus por los resultados de estos proyectos. Un sistema que me recuerda, por cierto, al «paraíso comunista» de Marx.

El libro me ha resultado por un lado inspirador y por otro lado muy útil, pero no lo suscribiría entero. Hay tres cosas que cambiaría. Uno es la confusión de las licencias Creative Commons con el Copyleft en el capítulo «Compartir algo no es perderlo». El segundo, la recomendación de escribir patentes para construir reputación (aunque reconoce que hay que adaptarlas a la sociedad red ya que son hijo de la sociedad industrial). El tercero es que el libro se ha publicado reservando todos los derechos, algo que creo contribuyó a que estuviera tan poco conocido (aunque yo haya compartido ya varios dibujos del mismo sin preguntar).

Tiempo de contacto

«Tiempo de contacto» es como se denomina en la jerga del sector de la educación el tiempo que los maestros o profesores pasan activamente con sus alumnos, prestándoles atención, guiando, acompañando y ofreciéndoles contexto para la construcción de su saberes. El resto de su tiempo de trabajo, el maestro o profesor lo pasa organizando y preparando el «tiempo de contacto»; eso también incluye la formación continua de su propia persona.

Ahora bien, resulta que una de las consecuencias de los recortes en algunos sistemas educativos de la Península es el aumento del tiempo de contacto. En relación a ello, hay opiniones de que más tiempo de contacto puede reducir el tiempo de preparación y así disminuir la calidad pero también dudas de que esto tenga repercusiones serias en la calidad docente. Esto último se hace sacando un dato de Grecia donde el tiempo de contacto es muy bajo (se asume, por tanto, que hay mucho tiempo disponible para la preparación) y la calidad, según los resultados del estudio PISA, también bajo. Muchos piden esquemas de incentivos nuevos; sobre los resultados de uno de estos esquemas, el «No Child Left Behind» de EE UU, no dejan de llegar noticias preocupantes.

Mi opinión al respecto es que, aunque a nivel de sistemas educativos enteros el tiempo de contacto no tenga correlación clara con la calidad, es difícil de argumentar que el tiempo que una persona intrínsecamente motivada pasa formándose y preparándose para enseñar a otros, no tenga luego que ver con la calidad de la clase que ofrece. Cómo se mide esa calidad es una cuestión nada desdeñable y, para pensarla, me quedo con la «ley» de la medición del desempeño de Donald T. Campbell citado por Richard Rothstein:

The more any quantitative social indicator is used for social decision-making, the more subject it will be to corruption pressures and the more apt it will be to distort and corrupt the social processes it is intended to monitor. (Cuanto más se utiliza cualquier indicador cuantitativo para decidir sobre políticas sociales, más se expondrá esa política a la corrupción, y más distorsiones causará en los procesos sociales que intenta medir.)

En un contexto así es esperanzador que se fortalezcan, también en EE UU, las iniciativas de unschooling.

Dinero vs Trueque

Crecí en un pueblo pequeño donde el trueque –y más aun el apoyo mutuo– era moneda de cambio frecuente. La admiración de la que disfruté el día en que, ni siquiera yo sino mi padre, volvió a casa con 14 kg de setas que luego repartió entre los vecinos es, por su característica única y extraordinaria en la historia del pueblo, el primer recuerdo que me viene a la mente cuando pienso en ello.

Sigue leyendo Dinero vs Trueque

Vapor de hojalata

Me servía de consuelo […] volver a mi influyente amigo, el apaleado, torcido y arruinado vapor de hojalata. Subí a bordo. Resonó bajo mis pies como una lata de bizcochos Hunlay and Palmer vacía que se hubiera hecho rodar de una patada por un canalón; no era de estructura sólida, y mucho menos bonito de forma, pero había invertido en él demasiado trabajo como para no quererlo. Ningún amigo influyente me hubiera servido mejor. Me había dado la oportunidad de moverme un poco… y descubrir lo que podía hacer. No, no me gusta el trabajo. Prefiero holgazanear y pensar en las cosas buenas que pueden hacerse. No me gusta el trabajo –a ningún hombre le gusta–, pero me gusta lo que hay en el trabajo, la ocasión de encontrarse a sí mismo. Tu propia realidad –para ti, no para los demás–, que ningún otro hombre puede conocer jamás. Ellos sólo pueden ver el espectáculo, pero nunca pueden decir lo que realmente significa.

Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas