Leo en El capitalismo que viene que la globalización pone en juego la institución sindical haciendo que sus finalidades y objetivos alcanzables no queden nada claros. Añade Juan Urrutia que la épica sindical de lucha de clases está dando paso a una épica antiglobalista, su ética de solidaridad a otra ética «menos de clase y más de identidad» (nacional, de género u otras identidades imaginadas como la humanidad) y pienso lo bien que se ve todo esto en un reciente manifiesto para sumarse a la huelga general del 29 de septiembre de 2010.
El manifiesto, buen ejemplo de varias de las ideologías de la descomposición, es un texto tan decimonónico como lo es también el Estatuto de los trabajadores.
Entre los papeles residuales que en el nuevo escenario de producción les queda a los sindicatos, los del manifiesto asumen competencias más bien oenegistas. Del otro papel que menciona Juan Urrutia en su libro, el de velar por el buen funcionamiento del modo de producción preocupándose de la verdadera competencia y del buen gobierno de las empresas, no veo rastro. Pero seguiré buscando.
Ayer me apunté estas frases de Mundo espejo:
Este negocio nuestro se está haciendo más pequeño. Como muchos otros. Va a haber menos jugadores. Ya no basta simplemente con encajar en el papel y cultivar una actitud.
En lugar de encajar en el papel, toca la responsabilidad individual y en lugar del cultivo de una actitud, la interacción.