Sistemas complejos y fuertemente acoplados

Dominó de colores

Mencioné el otro día el nuevo libro de Tim Harford sin haberlo leído. Ahora que ya le he hincado el diente, puedo contar más cosas.

Una, en concreto. Harford, una vez concluido que, en un sistema complejo como la economía, la experimentación continua, la prueba–error de la evolución biológica, es la mejor estrategia, mira al sistema financiero y ve que ahí esto no es del todo cierto. No lo es porque para que esto funcione, los errores han de ser sobrevivibles.

El sistema financiero no sólo es complejo sino también fuertemente acoplado (tightly coupled). La consecuencia de esto es que los errores no son sobrevivibles. Como el espiral de dominó de la imagen de arriba. Si cae uno de los dominós, caen todos sin excepción.

Esta segunda característica asemeja el sistema financiero a sistemas industriales complejos como plataformas petroleras o plantas nucleares. En estos campos busca Harford posibles soluciones para el sistema financiero.

La solución, grosso modo, parece estar en la hábil creación de puertas de seguridad. Los mismos jugadores de dominó las utilizan cuando colocan cientos de miles de piezas. Cuando el aleteo de un gorrión provoca el derrumbe de una pieza, es una alegría que sólo caigan unos pocos de miles.

La puerta de seguridad más llamativa de las que identifica Harford, son las personas. Basado en un estudio que concluyó que de 216 acusaciones de fraude financiero entre 1996 y 2004, los empleados destaparon más que cualquier otra medida (por ejemplo las auditorías), propone crear incentivos para que más personas que piensan que las cosas van mal, decidan hablar.

Ayer escuché la charla de Halla Tomasdóttir sobre la ética de su empresa de servicios financieros. Ahí creo identificar otra de estas puertas de seguridad: no invertir en lo que no entendemos.

Síndrome de dios

Llegué a la charla TED de Tim Harford el domingo por la mañana al repasar los enlaces recomendados de Quantified self. Está relacionada con su nuevo libroAdapt: Why success always starts with failure. En él, argumenta que para solucionar problemas complejos, el método adaptativo de prueba–error, es decir, la experimentación continua es el más eficaz.

Experimentar, sin embargo, choca con el síndrome de dios, al que dedica la charla entera. El síndrome de dios consiste en creer que ya sabemos «la verdad» sobre algo y no interesarnos en cuestionar e investigar esa verdad. Harford, en su charla, pone ejemplos del campo de la medicina, relacionados con la figura de Archie Cochrane, promotor de la medicina basada en pruebas, quien, entre muchas otras cosas, demostró que las personas se recuperaban de un infarto antes en su casa que quedándose en el hospital.

¿Conocéis a personas que no comen huevo porque creen que aumenta el colesterol? Pues sucede que, según el estado del arte, el colesterol que comemos no influye en el nivel de colesterol en sangre. Aun así, al parecer, sigue habiendo expertos que recomiendan no comerlos.

El interés desde la economía por fenómenos como el síndrome de dios no es nueva. Herbert Simon, Premio Nobel de economía de 1978, formuló el principio de la racionalidad limitada según la cual sólo el 10% de nuestras opiniones y afirmaciones tienen su origen en hechos comprobados. El 90% son creencias e historias. Concluyó que el responsable de ese 90% de nuestras afirmaciones que creemos ciertas pero que objetivamente no lo son, es nuestra actitud.

Todo esto parecerá obvio para algunos, dice Harford, pero el hecho de que en las escuelas se enseñen respuestas en lugar de maneras de hacer preguntas e investigar, demuestra que no lo es. No es obvio. El síndrome de dios sigue estando presente en nuestras vidas, día sí y el siguiente también.

Barreras comerciales

«¿No es necesario detener lo que, de otra manera, sería una inundación de productos extranjeros baratos, bajo la cual nuestra industria nacional se ahogaría? No, no lo es. Estados Unidos debería producir bienes y servicios no preguntándose lo que puede producir más barato que China, sino concentrándose en aquello que mejor hace. (…) las barreras comerciales (ya se trate de subvencionar a nuestros agricultores, de normas para la industria textil o de gravámenes sobre los televisores) perjudican tanto a los chinos como a nosotros. No importa si los chinos realmente son mejores que nosotros fabricando cualquier cosa: ellos deberían limitarse a producir todo aquello que su economía produce de una manera más eficiente. Mientras tanto, nosotros, a pesar de que, aparentemente, somos peores en todo, deberíamos limitarnos a producir aquello en lo que somos menos malos.

(…)

Las barreras comerciales siempre provocarán más daños que beneficios, no sólo al país contra el cual se levantan estas barreras, sino también al país que las levanta. No importa si otros países eligen imponerse restricciones a sí mismos, nuestra situación es mejor sin ellas.»

Tim Harford: El economista camuflado

Moka puro

Terminado el primer libro de Tim Harford, que recibí de regalo de cumpleaños este año después de que, hace cuatro, se lo regalara a un amigo sin haberlo leído, me he quedado pensando largo rato sobre el café, preguntándome por qué El Palacio del Café en Montevideo lo puede vender al doble de precio que lo hace Cafés Pozo o La Mexicana en Madrid.

En dicho libro he leído, por un lado, que en el mercado mundial del café nadie tiene poder de escasez —se produce demasiado café— y, por otro lado, que el café sin procesar se encuentra relativamente libre de aranceles —los países en los que más se consume no pueden producirlo, ergo no ponen barreras—.

Parece entonces, que el porqué de los 300 pesos el kilo del café rico y recién molido en Montevideo, se han de buscar en otra parte. Según el libro, debo insistir en comprender los patrones de escasez que hacen que el café bueno, tostado natural, en Montevideo cueste el doble que en Madrid.

Y es cuando caigo en que el nicho del café gourmet, un mercado pequeño pero en crecimiento, en Montevideo lo ocupa un sola tienda. La que lo vende a 300 pesos el kilo.

Para no demorarme más, lo importante, a corto plazo: sin quitarle encanto y virtudes al mate, que los tiene, y muchos, ¡volvemos a tener café bueno en Escardó!