El problema con los ordenadores hiperbaratos: la conexión disponible

Aakash 2, el tablet subvencionado por el Gobierno Indio

Tuve ordenador propio con conexión a Internet en 2008 por primera vez. Supuso un cambio profundo que abarcaba, sin exagerar, todos los aspectos de mi vida. Antes, en 2004 y viviendo en Budapest ya tuve ordenador durante un período corto de tiempo (me lo robaron) pero sin conexión a Internet. Aquella vez el cambio que supuso en mi vida fue mucho menor, prácticamente consistente en que empecé a ver películas en DVDs que cogía de la biblioteca.

Por eso, cuando desde distintas instituciones se facilita el ordenador propio, como es el reciente caso del Gobierno Indio y su tablet de 20 dólares para estudiantes, lo que pienso es que claro que es necesario pero ni de lejos suficiente. Para que sea suficiente, aparte de alfabetización, sería necesario un acceso igual de barato a la web, sin permitir que antes de poder pagarse una conexión en condiciones, los usuarios se acostumbren a pensar que la web son Google y Facebook.

Alfabetización sin apellidos

Kim Tairi

El uso del concepto de alfabetización digital para el desarrollo de competencias que permitan a las personas desarrollarse en un mundo abierto y digital, desde siempre me ha parecido problemático. El caso es que, en mi mente, alfabetización está muy ligada a la comunicación textual, algo con lo que no debo de estar muy desencaminada ya que ayer mismo, en la presentación de un libro sobre el problema del que es coautor, Manuel Area vinculó la alfabetización con la capacidad de leer y escribir. Pero, además de con leer y escribir, también la asocio a aquello que se enseña y se valora en las instituciones de la sociedad industrial y que tiene mucho que ver con la externalización de la cognición en las instituciones. Y ahí es donde me surge la duda. ¿Seguro que queremos importar el concepto, adaptándolo al mundo en red?

Cuando se intenta, como en el libro que se presentó ayer, es inevitable darse cuenta de que no se puede adaptar sin más. Aprender a usar las nuevas tecnologías para alfabetizarse en lo digital, no dota a las personas de la capacidad de desenvolverse en la sociedad digital. Ni a los profesores a enseñar mejor. Ni a los padres a ser mejores padres. Estamos como estábamos pero, eso sí, en un entorno que nos pide, cada vez más, que cambiemos. Y lo pide cada vez con más ímpetu.

Es así que pensar sobre la alfabetización digital nos devuelve a las preguntas viejas, a los fundamentos. Comenté por aquí que en la escritura, la web suponía una nueva ocasión para recordar la importancia de la buena redacción y la buena edición. Pues también supone una nueva ocasión para redescubrir el proceso a través del cual las personas desarrollan sus habilidades y el rol de la comunicación en este proceso. Y si aprovechamos la ocasión para hacer las preguntas adecuadas, llegamos a la conclusión de que, para una exitosa «alfabetización digital» de las nuevas generaciones, los profesores y los padres lo que necesitan es comprender primero ellos mismos cómo funciona Internet como medio de comunicación y los padres lo que necesitan es ante todo… tiempo a pasar con los hijos.

Vengan de un estudio de la Fundación Telefónica, vengan de la UNESCO o de una de las miríadas de conversaciones sobre el problema, no son conclusiones con los que dar por terminada la indagación. En principio no estoy en contra de dotar a conceptos que ya no nos sirven, como alfabetización, de nuevos significados. Y entre estos nuevos significados para alfabetización, uno de los imprescindibles es despertar en las personas su faceta más creadora y menos pasiva, más hacker y menos tabletizada (por muy de moda que estén las tabletas). Lo pueden hacer las personas que, efectivamente, más tiempo pasan con «la persona a alfabetizar»: profesores, padres, pares o compañeros de escuela o trabajo.

Foto | Kim Tairi