Mercado, comunidad y demos

Lo maravilloso de nuestra época es que el legado del capitalismo es una productividad tal que permite a las comunidades reales alcanzar la abundancia en más y más campos. Ese es el fondo verdaderamente revolucionario de nuestra época.

Estas palabras de David me han servido para relacionar la escasez con las identidades imaginadas y seguir comprendiendo el verdadero alcance de la lógica de la abundancia. Si bien la comunidad indiana es un espacio de relación social no mediada por la coerción, no todas las comunidades reales lo son. En condiciones de escasez es fácil justificar el autoritarismo o acabar suplantando las identidades reales por otras imaginadas tras los cuales una comunidad, esa sí real, esconde su voluntad de construir maquinarias sociales de poder. No hay más que pensar en el Dios de los judíos o en el de los musulmanes, ambos nacidos en el desierto. O en la incapacidad de concebir el mundo sin el estado porque se ve como una solución al autoritarismo de las comunidades religiosas (cuando, en realidad, el estado-nación no es más que otro tipo de autoritarismo y las personas siguen sin ser los protagonistas de sus propias vidas). Podríamos, en un ejercicio estimulante, identificar, en el caso de cada comunidad imaginada (la nación, la clase, el género, la humanidad, los pobres…) las condiciones de escasez que se pueden relacionar con su origen para llegar a un punto en la historia en el cual estas se transforman en la abundancia a la que se refiere David, y observar que ahora la escasez se genera artificialmente para perpetuar la estructura de poder subyacente. Y darnos cuenta de que, si se genera artificialmente, es porque tiene que haber otra opción distinta.

Sigue leyendo Mercado, comunidad y demos

Aprendizaje itinerante

Este es mi primer post en el itinerario indiano que empiezo con muchísimas ganas. Me gusta pensar en él como una materialización del título que di a mi blog – Wanderjahre -, palabra con la que denominaban en la Europa Central de la Edad Media los años de aprendizaje itinerante que emprendían las personas para ser plenos miembros de sus gremios.

Después de mi primer comida-encuentro con los indianos, escuché esta charla de Elif Shafak. En ella me resonaron dos temas que comentamos durante la comida y que ahora me sirven para presentarme en mi primer post de itinerante.

Cuenta por un lado que, cuando su madre entró en el cuerpo diplomático de Turquía, ella a su vez entró en un colegio internacional. Resulta que justo en Madrid. Lejos de un clima cosmopolita e igualitario, recuerda que cada niño en el colegio era visto, no como una persona, sino como el representante de su país. Como en un pequeño Naciones Unidas. Sólo que cuando en el país en cuestión pasaba algo negativo, el niño que lo representaba era objeto de burla, ridiculizado e intimidado sin fin. Los días que militares tomaron el poder en Turquía, que un soldado de su misma nacionalidad casi mató al papa y que Turquía ganó cero puntos en el concurso de Eurovisión, Elif prefirió ponerse mala y soñar con convertirse en marinero. Entiendo que lo hiciera; recuerdo que de adolescente preferí mandar al cuerno a la prensa de la minoría alemana que – al terminar segunda en un concurso nacional de alemán – me quiso entrevistar como representante de algo de la que no me sentía parte. Pasaron muchos años hasta que comprendí lo mucho que eso tenía que ver, aparte de orgullo adolescente, con comunidad real vs comunidad imaginada y con transnacional vs internacional.

El segundo tema que salió fue el de vivir con varios idiomas. Dije que eso me ayudaba, por un lado, a adaptarme mejor a distintos lugares y personas pero que, por otro lado, me dificultaba al pensar, me hacía más lenta. Manuel se acordó de que había leído que no pensábamos en palabras sino en imágenes y que la conversión de los pensamientos en palabras sucedía después de pensar. Elif Shafak dice que vivir con idiomas adquiridos después de la primera infancia es una frustración perpetua. Las personas así siempre quieren decir más, contar mejores chistes, mejores cosas para, al final, acabar diciendo menos. Porque hay un vacío entre la mente y la lengua y este vacío es intimidante. Peeeero, si conseguimos no asustarnos, ¡resulta estimulante! Otro de los rasgos, pues, que me caracterizan es que vivo estos estados de frustración-estímulo de manera continua, casi todos los días, y mucho más cuando me toca escribir. A lo largo del itinerario indiano todos podrán seguir lo que sale de ahí.

Un abrazo a todos!