Lo maravilloso de nuestra época es que el legado del capitalismo es una productividad tal que permite a las comunidades reales alcanzar la abundancia en más y más campos. Ese es el fondo verdaderamente revolucionario de nuestra época.
Estas palabras de David me han servido para relacionar la escasez con las identidades imaginadas y seguir comprendiendo el verdadero alcance de la lógica de la abundancia. Si bien la comunidad indiana es un espacio de relación social no mediada por la coerción, no todas las comunidades reales lo son. En condiciones de escasez es fácil justificar el autoritarismo o acabar suplantando las identidades reales por otras imaginadas tras los cuales una comunidad, esa sí real, esconde su voluntad de construir maquinarias sociales de poder. No hay más que pensar en el Dios de los judíos o en el de los musulmanes, ambos nacidos en el desierto. O en la incapacidad de concebir el mundo sin el estado porque se ve como una solución al autoritarismo de las comunidades religiosas (cuando, en realidad, el estado-nación no es más que otro tipo de autoritarismo y las personas siguen sin ser los protagonistas de sus propias vidas). Podríamos, en un ejercicio estimulante, identificar, en el caso de cada comunidad imaginada (la nación, la clase, el género, la humanidad, los pobres…) las condiciones de escasez que se pueden relacionar con su origen para llegar a un punto en la historia en el cual estas se transforman en la abundancia a la que se refiere David, y observar que ahora la escasez se genera artificialmente para perpetuar la estructura de poder subyacente. Y darnos cuenta de que, si se genera artificialmente, es porque tiene que haber otra opción distinta.