Disfruto mucho con los posts de ribbonfarm. Aunque su longitud (que tiene dos medidas: largo o muy largo) echa para atrás, nunca me he arrepentido de leerlos. Leyendo sus reflexiones sobre historia tecnológica, uno se entera de cosas como que antes de la revolución industrial, se usaba jugo de cebolla para fabricar acero.
Ahora he descubierto –vía LAK12– que escribe, como contributor, en Forbes. Allí, sus dos últimos posts (1 y 2) son sobre la industria de los datos, a raíz del evento Strata.
En la era en que la vida privada se está convirtiendo en producto, es interesante comprender la lógica y los modelos de negocio (prácticamente sólo aplicables por organizaciones grandes, potentes y, a pesar de ello, innovadores) subyacentes de este proceso.
Pero lo que quería traer aquí es su mirada de antropólogo a los participantes de este tipo de eventos. Sus categorías ayudan a tomar con humor el –por lo demás siempre difícil o muy difícil– cambio en cualquier ámbito. En el país de los datos, donde lo que antes era análisis ahora es analítica y lo que era inteligencia de negocio ahora es big data, hay, según él, un sorprendente acuerdo tácito de que todos, absolutamente todos, son «científicos de datos» y que no hacen falta más títulos.
Y ahora, sus categorías (y que nadie se ofenda, por qué no tomárselo con humor).
- Los resentidos que se sienten marginados por la nueva tendencia.
- Los largamente ignorados que, de repente, se han convertido en estrellas y parpadean ante el foco de atención.
- Los que se sienten subestimados e impotentes.
- Los que no se pueden creer el poder que tienen de repente.
- Los que en su fuero interno se consideran falsos y hacia fuera se sienten o alegres o avergonzados.
- Listillos en proceso de cambiar el título que tuvieron en el último hype por uno del nuevo que le parezca.
- Los enfadados porque otras personas se quedan con el crédito de sus vinos por ponerlo en botellas nuevas.
- Mayores que insisten en que nada ha cambiado (entiéndase: «de modo que sigo siendo un experto»)
- Jóvenes que insisten en que todo ha cambiado (entiéndase: «los viejos no se enteran: contrátame a mí mejor»)
- Los fascinados por todo lo que es nuevo y brilla, entiéndanlo o no.
- Los hastiados que están de viaje pagado.
- Los megasociales para quienes todo es una gran fiesta.
Si, supongo que puede haber quien se ofenda porque sen tremendamente descriptivas. Parece que todas estuvieran contenidas entre los que se mueven por los brillos y los hastiados con viaje pagado.
Buena observación de los dos extremos 🙂 A las reacciones ante el cambio que se materializan en estas categorías, el autor las llama «angustia de identidad».