¿Para qué sirve la universidad?

David Brooks responde a la pregunta afirmando que sirve para aprender cosas técnicas y cosas prácticas. El terreno del aprendizaje de cosas técnicas se lo están comiendo los MOOC como proveedores de contenido técnico de primer nivel. Brooks concluye que el futuro de las universidades pasa por proveer el aprendizaje de cosas prácticas mediante la sofisticación de los seminarios. Pero ojo, porque es algo que también es posible proveer desde las empresas, en una especie de formación profesional dual, con las empresas encargándose del aprendizaje práctico (en un contexto productivo, además) y los MOOC del aprendizaje técnico.

The greatest gift

I always thought the greatest gift was to be able to do stuff yourself, without having to do it through others. It was the act of creating that was the priviledge. If you had a choice between being a player or a coach, wouldn’t everyone choose to be a player? I guess not.

Lo dice Dave Winer en uno de sus hilos abiertos sobre (entre otros) por qué nunca ha dejado de programar. Me ha recordado que Monty Widenius tampoco ha dejado de programar. Que mi hermana, ingeniera informática con la carrera recién terminada, me ha dicho que los mejores de su clase no quieren dejar de programar. Me ha recordado la filosofía subyacente a Apprenticeship Patters.

Enlaces de la semana

Una pequeña colección de los enlaces que me han llamado la atención durante la semana.

Lavarse las manos

According to startup IntelligentM, one in every twenty patients admitted to the hospital will get an infection while admitted, and 50 percent of those infections are related to poor hand hygiene on the part of health care workers.

La noticia en Gigaom me animó a buscar cuándo vivió Semmelweis, el médico que «consiguió disminuir drásticamente la tasa de mortalidad en un 70% por fiebre puerperal entre las mujeres que daban a luz en su hospital, mediante la recomendación a los obstetras de que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de atender los partos».

Fue hace más de 150 años.

La propuesta de Semmelweis recibió un rechazo rotundo por parte de la comunidad de médicos de entonces. Hasta el punto de, pese a la evidencia, resultar expulsado del hospital.

Aunque aun cueste lavarse bien las manos (nada que una buena app no pueda solucionar, dirían en IntelligentM), parece pues que sí que hay un gran avance desde los tiempos de Semmelweis.