Terminado el primer libro de Tim Harford, que recibí de regalo de cumpleaños este año después de que, hace cuatro, se lo regalara a un amigo sin haberlo leído, me he quedado pensando largo rato sobre el café, preguntándome por qué El Palacio del Café en Montevideo lo puede vender al doble de precio que lo hace Cafés Pozo o La Mexicana en Madrid.
En dicho libro he leído, por un lado, que en el mercado mundial del café nadie tiene poder de escasez —se produce demasiado café— y, por otro lado, que el café sin procesar se encuentra relativamente libre de aranceles —los países en los que más se consume no pueden producirlo, ergo no ponen barreras—.
Parece entonces, que el porqué de los 300 pesos el kilo del café rico y recién molido en Montevideo, se han de buscar en otra parte. Según el libro, debo insistir en comprender los patrones de escasez que hacen que el café bueno, tostado natural, en Montevideo cueste el doble que en Madrid.
Y es cuando caigo en que el nicho del café gourmet, un mercado pequeño pero en crecimiento, en Montevideo lo ocupa un sola tienda. La que lo vende a 300 pesos el kilo.
Para no demorarme más, lo importante, a corto plazo: sin quitarle encanto y virtudes al mate, que los tiene, y muchos, ¡volvemos a tener café bueno en Escardó!
Un pequeño pero incipiente mercado que sólo actuará como tal (incentivando la innovación, redistribuyendo las rentas) si nuevos actores se suman a la ola y permiten que la competencia haga florecer la verdad: el precio exacto del café que permite a unos mantener un negocio digno y a otros cerrar las comidas como éstas se merecen incluso en un país de 10.000 pesistas.
Diríase que existe lo que algunos llaman una ventana de oportunidad. ¿Quién se colará por ella? 😉
Me encantó la idea del libro de que los mercados libres traen «el mundo de la verdad»! El artículo del FT confirma que, efectivamente, ahí está la oportunidad 😀