Ayer fui a mirar jerseys a Mango y dediqué una hora a encontrar uno. Estuve dudando entre la talla S y la M. Al final elegí la M. Como detalle curioso observé que costaba cinco euros más que la S. El motivo de esa diferencia… no supieron explicar los empleados. El ordenador decía que es lo que costaba y si había una diferencia de cinco euros, es lo que había. La segunda observación que hice fue que estaba roto -bastante- en un extremo. Pero me seguía gustando. De camino a caja decidí el precio que estaba dispuesta a pagar por el jersey a cambio de arreglarlo yo en casa. Había cierto riesgo de que no se pudiera pero por el precio que iba a ofrecer me merecía la pena. El precio que iba a ofrecer… porque regatear, me lo temía, no entra en la planificación de procesos de Mango. La chica no me miraba cuando pronunciaba la palabra «imposible».