Recuerdo que, siendo niño, a veces me quejaba ante los adultos de que me aburría. Al cuidar niños yo, también lo vi del lado opuesto y, efectivamente, los niños se quejaban de que se aburrían.
Ahora bien, hace muchísimos años que yo me aburrí la última vez. De hecho, no recuerdo cuándo. Creo estar en lo cierto al afirmar que cuando dejé de esperar que otros me sacaran del aburrimiento y empecé a preguntarme a mí misma ¿qué hago?, el aburrimiento desapareció por completo de mi vida.
El aprendizaje y el aburrimiento son mutuamente excluyentes. Sólo aprendemos si algo es relevante y tiene sentido. A falta de cosas que percibamos como relevantes y con sentido en nuestro entorno sentimos, por tanto, aburrimiento.
Hará unos seis o siete años que leí por primera vez que el 80% de lo que aprendemos, lo aprendemos por la vía informal, es decir, fuera de las clases del instituto y los cursos de la universidad. Me asombró esa cifra porque, en aquel entonces hacía poco que acababa de dedicar unos dieciseis años de mi vida precisamente a clases y cursos. Me asombró la cifra porque decía que el 80% de ese tiempo estuvo mal aprovechado. Esa cifra era la explicación del porqué del aburrimiento.
Como el último mes lo he mencionado dos veces, va siendo hora de explicar(me a mí misma) en este blog el modelo 70/20/10 de aprendizaje teorizado por Morgan McCall, Robert Eichinger y Michael Lombardo. La mejor definición breve la he encontrado aquí. En resumen se trata de que
- El 70% del aprendizaje ocurre mientras hacemos cosas, en serio y en la vida real. Trabajando, realizando tareas, resolviendo problemas.
- El 20% del aprendizaje ocurre mientras observamos otros que consideramos ejemplos. Por ejemplo, trabajando junto a alguien de quien pensamos que sabe mucho.
- El 10% del aprendizaje ocurre en entornos formales de enseñanza y formación. En lo que conocemos como clases y cursos.
El modelo fue creado en el marco del aprendizaje de adultos. Existen, no obstante, argumentos para pensar que también aplica a niños a partir de los 10 años. De ahí que merece la pena tomar el serio aquello del aprendizaje basado en proyectos.
Y, en general, tomar en serio lo del 70% a la hora de pensar el aprendizaje, ponernos a aprender o ponernos a financiar programas para que otros aprendan.
No puedo evitar hacerme la siguiente reflexión: quizás todo el dinero que se gasta en educación es una barbaridad para ese rancio 10%. El sistema es muy poco eficiente (y muy poco eficaz, por otra parte).
Un abrazo 🙂
Son dos los ámbitos en que los programas públicos resultan en beneficios claros: la atención temprana por la importancia de las experiencias durante los primeros seis años para el «cableado» del cerebro, y la formación profesional por su carácter práctico y su relevancia para la «vida real». ¡Un abrazo!
…o como dijo Confucio: «Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí.» 🙂
Un modelo que comparto, y que cuadra perfectamente con experiencias como las que relata el documental Squeakers, que intentan mover el aprendizaje reglado hacia la observación y la experimentación.
🙂 ¡Si es que la cosa ya estaba inventada desde hace tiempo! Echaré un ojo a Squeak, gracias por la referencia. ¡Un abrazo!