Durante nuestras primeras dos semanas en Uruguay hemos descubierto el potencial de la Red Emprender a través de las personas que la promueven. Esta red apoya a lo que acá en Uruguay han venido a llamar «emprendimientos dinámicos» (potencial de crecimiento rápido y de exportación, unida a la posibilidad de convertirse, al menos, en empresa mediana) y centra su actividad en la élite, en el sentido de que está principalmente en la capital, Montevideo, y está articulada por universidades en un lugar donde sólo el 3% de la población llega a la universidad. Como siempre, hay excepciones que confirman la regla, ya que la Universidad de la República enfoca sus servicios de modo que sea fácil que se incorporen personas sin estudios universitarios.
También conocimos las actividades de Ashoka Uruguay, que opera en el ámbito del las «empresas sociales». Para éstas, de paso, he pensado una nueva definición: empresas que ofrecen servicios a comunidades imaginadas por el estado pero a los que el estado no logra llegar a través de la administración pública de ahí que los apoya ya sea directamente ya a través de organizaciones internacionales, aunque siempre con una cantidad menor de lo que le costaría proveer el servicio mediante su propia estructuras.
Ahora, a través del periódico La Diaria (cuyo administrador es, por cierto, un Ashoka Fellow) conocemos el apoyo al emprendizaje que no es ni «dinámico» ni «social» en el sentido Ashoka, sino es lo que podríamos denominar «de base» o artesano y que está ligado a las Escuelas Técnicas, antes llamadas Universidades de Trabajo. Es el tipo de emprendimiento que cubre, por ejemplo, la necesidad —algo que nosotros detectamos nada más aterrizar en Montevideo— de productos para celíacos.
El programa lo promueven la CND y la ANII —la primera presente también en la Red Emprender— más el Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP) y la Dirección Nacional de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas (Dinapyme). Es una especie de preincubación en cinco etapas: (1) difusión en todas las Escuelas Técnicas, (2) capacitación mediante talleres para elaborar un plan de negocios, (3) elaboración del proyecto (4) evaluación de la propuesta técnica, la viabilidad económica y la capacidad de emprendimiento de los integrantes del equipo y su nivel de compromiso y (5) trabajo con tutores para el arranque del proyecto.
El programa está ligado a un concurso de premios anual, con las debilidades del rankismo pero útil para la difusión ya que dio origen a la noticia en La Diaria.
El grupo de los últimos premiados comprende un cafetería que vende dulces caseros —cuyas fundadoras aspiran a sumar a sus propias madres en la fabricación de panes, tortas y empanadas—, dos locales de venta de productos para celíacos, un vivero de especies autóctonas que una estudiante ha montado en su propia casa y del cual dice «que si no alcanzaba para ganar plata por lo menos podía ayudar, pero ahora veo que va a dar», una empresa de prevención de riesgos laborales, un taller de joyería artesanal de piedras, una empresa que comercializa una máquina envasadora y selladora integrada para grano húmedo y, finalmente, otra que comercializa lo que sus creadores describen como una “bicicleta fija de gimnasio que tiene adosado un sistema de poleas que lo que hacen es mover un generador que es un alternador y almacena la energía en una batería; después la energía pasa por un inversor que la pasa de 12 voltios continua a 220 alterna, que es la que hay en una casa» y aquí cabe recordar que en el interior de Uruguay todavía hay zonas sin electricidad.
Estos proyectos empresariales se diferencian de los de la Red Emprender en que no tienen un alto grado de componentes tecnológicos y tampoco un potencial de crecimiento y de exportación extraordinario. Se distinguen también de los proyectos de Ashoka ya que articulan productos y servicios claramente dirigidos a la comunidad real de los impulsores de cada proyecto, en lugar de estar enfocados a comunidades imaginadas abandonadas por el estado. Son el tipo de emprendimientos viables y llenos de sentido al que la mayoría de la población tiene acceso y que, mucho más que a universidades, están vinculadas a Escuelas Técnicas, a la formación profesional desprestigiada en la época industrial que, en mi opinión, puede convertirse, dada su relación directa con la producción, en potente motor de la cultura de emprendimiento en la era de las redes distribuidas y del conocimiento.