Enlaces de la semana – 2

Llevo toda la semana esperando poder resumir mis lecturas de la semana. Pero claro, primero había que leerlas.

Ahora sí, vamos a ello.

¡Cómo somos! El Efecto Halo

Halo

Estoy leyendo Thinking, Fast and Slow de Daniel Kahneman, mago de los sesgos cognitivos. Es un libro largo.

Hace poco leí otro libro largo, The Origins of Political Order, de Francis Fukuyama (que, en los fans de la saga, evoca comparaciones con Juego de Tronos). Montones de párrafos marcados en el nook y ni un sólo post. Revisitarlo será imprescindible pero costoso. Como no quiero que me pase lo mismo con el libro de Kahnemann, prefiero comentar las cosas que más me llaman la atención, sobre la marcha. Quien mucho abarca, poco aprieta, ¿no?

Abarco pues el Efecto Halo, nombre acertadísimo de la predisposición para una coherencia emotiva exagerada.

Conocemos a una persona nueva y nos deleita su conversación. Bajo el Efecto Halo tendemos a pensar que, además de sociable, también es generoso, inteligente y diligente. Así es que recomendamos para un trabajo a personas que «nos caen bien».

Estamos de acuerdo con una decisión de una organización. Bajo el Efecto Halo estaremos por defecto de acuerdo con todas las demás desiciones de la misma. Así es como nos hacemos partisanos.

Predispuestos a percibir a las personas, las organizaciones y las cosas enteramente blancas o enteramente negras, agradecemos la supresión de la ambigüedad y el consiguiente relax cognitivo que proporcionan, por ejemplo, santos y celebridades.

El Efecto Halo no deja de ser trágico

El Efecto Halo es el responsable de que no haya «una segunda oportunidad para una primera impresión». Kahneman cuenta el experimento clásico de Solomon Asch que preguntó a los sujetos qué opinaban de dos personas con las siguientes caracteríticas.

  • Paco: inteligente – trabajador – impulsivo – crítico – tozudo – envidioso
  • Pepe: envidioso – tozudo – crítico – impulsivo – trabajador – inteligente

En el experimento, Paco es percibido como mejor persona que Pepe. Las características iniciales influyen en el significado de las características nombradas después. La tozudez de Paco se explica como consecuencia aceptable de su inteligencia, mientras a Pepe su inteligencia lo convierte en peligroso puesto que es una persona envidiosa.

Ambigüedades suprimidas, relax cognitivo alcanzado

La tragedia de la primera impresión es aun mayor si consideramos que para tener la primera impresión visual tardamos, al parecer, tan sólo 50 milisegundos. En menos de un abrir y cerrar de ojo, ya la tenemos: una impresión de una persona que vemos –o una web que cargamos– que desde ese momento, influirá en todo lo que viene después.

¿Cómo se rompe el Hechizo Halo? Con la activación de lo que Kahneman llama el «Sistema 2», el lado racional que tiene capacidad de soportar la ambigüedad y la contradicción, pues el halo lo crea el «Sistema 1», que es todo intuición y automatismo. Tiene un coste, claro: la pérdida del relax cognitivo, la expulsión del paraíso.

Imagen | Kevin Dooley

Enlaces de la semana – 1

Como pueden observar a primera vista, comienzo en el blog una sección de recopilación de lecturas. La idea es que revisitar las lecturas más significativas de la semana me ayude a hacer y fortalecer conexiones. Vamos a ello pues.

La imagen destacada la elegí de entre los iconos libres de iconmostr que descubrí gracias a Alcides Ramos.

«Ocho Quilates», un relato de la industria del vídeojuego español

Postara del EPUB

Comentaba Michel el otro día:

El ‘goody’, no sabía que lo habían programado en España! Me saco el sombrero por esa generación de programadores (bueno, por otras también, peor ahora por esa 😉 ) Jugaba con mi padre y hasta una de mis tías al goody. Se me va a caer un lagrimón! 😛 Y después dicen que las computadoras e Internet destruyen a las familias!

Fue a raíz de recomendarle un libro que yo estaba leyendo aquellos días, y que seguro leerá en cuanto tenga su nuevo lector :).

Ese libro era Ocho Quilates, de Jaume Esteve Gutiérrez. Relata los primeros años de la industria del videojuego en España, en los años ochenta, a través de las personas que la construyeron. Me encantó. Me ha maravillado el género —que podríamos llamar, si quisiéramos complicarnos, etnografía de una industria, relato de mercado o mercadografía— y, aun más, la forma concreta que le dio el autor. Porque le ha salido redondo. Tras leerlo, siento hasta cariño hacia los protagonistas cuya energía y ganas de hacer y vender juegos entra al lector como si de un chute de oxígeno puro se tratase.

En seguida paso a compartir mis párrafos favoritos pero no antes de remarcar otras dos cosas que me gustaron del libro. Una es la edición cuidada del EPUB que, además, viene sin DRM y a un precio en el rango que espero de un libro electrónico. La otra, el subtítulo (Una historia de la Edad de Oro del software español), con esa «una» que reconoce la existencia de muchas historias, gesto que señala una actitud saludable y fiable de quien se dispone a contar una historia.

La herramienta

Pero no adelantemos acontecimientos. Si bien, como veremos más adelante, algunos de los protagonistas de esta historia flirtearon con el ZX80, fue su sucesor, el ZX81, la piedra angular sobre la que se cimentaron sus primeros trabajos. Los primeros programadores del momento tenían entre manos una máquina con la que podían escribir sus propios títulos y jugar, al mismo tiempo, a creaciones de terceros. Un escenario idílico hasta que se toparon con la primera piedra del camino: la oferta de videojuegos era casi nula.

De la misma manera que en la actualidad Sony, Microsoft o Nintendo tienen exclusivas para sus máquinas, en los ochenta había juegos que no llegaban a uno u otro ordenador. En este caso no era un problema de exclusividades ni de licencias, ya que cualquiera podía programar para una máquina sin pedir permiso a nadie. Más bien era una cuestión de tener los conocimientos necesarios en cada plataforma y el interés en lanzar versiones con el riesgo de que reportaran escasos beneficios.

El aprendizaje

“En los recreos –ilustra Granados–, cuando mucha gente iba a dar un paseo o comprar un bollo, nosotros pasábamos el tiempo en la sala de ordenadores que estaba en el bajo. Tenía los dos ordenadores para todo el instituto y ahí hacíamos nuestras cosas. Porque las clases de informática no eran prácticas, el profesor llegaba allí y daba una charla, explicaba un comando o lo que fuera y luego después, con suerte, íbamos una vez a la semana a los dos ordenadores. Lo que sí me pasó fue que en más de una ocasión el profesor me dijera, ‘Carlos, explícalo tú que lo sabes mejor que yo’ –ríe–. Me sacaba a la pizarra y daba yo prácticamente la clase35. Ellos aprendían igual que aprendíamos nosotros”.

“La Plaga Galáctica tiene su historia –rememora Suárez–. Me dijeron, ‘haz un programa de marcianos clásico’ y, pum, pum, pum, lo hice en una semana. Tenía una rutina, medio ensamblador, medio Basic y lo publicaron no sé cómo. He visto en Internet que para muchos era el peor programa de la historia, o el peor juego, por lo difícil que era, ya que era impredecible. Aprendí que no había que hacer enemigos impredecibles en los juegos, que había que poder predecir sus movimientos. Me dijeron que hiciera un programa de marcianos que te atacaran, y pensé: pues que te ataquen aleatoriamente. Luego resultó que era un error porque nunca aprendías a defenderte. Eran puros reflejos, no valían trucos. En la mayor parte de los juegos avanzas por trucos que vas aprendiendo, no por reflejos. Es más que nada aprendizaje”.

“Yo iba a clase por la mañana –ilustra Pablo–. Iba a la oficina, luego a la Universidad y volvía. Estudié tres años de publicidad, tres de marketing y dos de administración de empresas. Hice lo que quería, pero me fui yendo a lo que necesité. Nunca me lo planteé, pero fue por necesidad”.

La creatividad

[Mezclamos] un tema de aventuras en la selva con el café Saimaza. Y había una serie de la tele que era una copia [de las películas] y un tío que llevaba un sombrero salakov, una imitación del que lleva Indiana Jones. Creo que se mezcló ahí todo. Eso es crear, todo lo que te influye…”

Una definición de creatividad que encuentra un eco en esa definición de Gonzalo Martín, por cierto.

The Mongoliad, algunos personajes en su esencia

The Mongoliad

Tras una larga pausa de medio año, esta semana he terminado de leer The Mongoliad. He seguido hasta el final con la versión publicada por entregas. No coincide con la versión en forma de libro y no necesariamente es la que más les gusta a los autores, según leí. Pero era la que había comenzado, a la que le había cogido cariño y que me tenía hasta más enganchada que Juego de Tronos.

Como despedida, dejo aquí algunas citas de algunos personajes de la novela. Parafraseando a los autores, no son necesariamente mis personajes preferidos (aunque varios sí). Son las citas que tenía anotadas. Las negritas son mías. Ah, y hay un poco de spoiler. Poquito pero hay.

Lian

«So what do you think will become of the Empire?» he asked Lian.

Lian elegantly slid her arm into the sleeve of the robe. «Every empire decays, in time. They become old and corrupt, and fall apart, or they become soft and complacent, and are conquered by the young and ambitious.»

«Will the Mongol Empire suffer the same fate» he asked.

She paused, the sleeve of her robe pulled halfway up her arm, and gave him a raised eyebrow. It was a look she had given him many times during his studies, an expression that said: This question is not mine to answer.

Por cierto, he encontrado una ilustración de Lian de Mike Grell para el libro.

Gansukh

Tarbagatai nodded. «Anyone can shoot one arrow and hit one target.»

Gansukh smiled at the mountain man’s tone. Respectful, and yet slightly challenging at the same time. Tarbagatai hasdknown who he was when he had approached , and he was certain the story of the deer in the Khan’s garden wasn’t the only story that had been passed around. The cup at the Khan’s feast. The wrestling match with Namkhai. His on-going feud with Munokhoi. All of these stories contributed to his reputation among the Imperial Guard, but every member of the Guard had been hand-picked for their own prowess and reputation. Stories meant little; actions counted for more.

Kim

He’d dreamt of the possibility of freedom, or at least dying in the act of attempting to secure his freedom, and now, he could not quite believe his dream had come true. The rage he had expected to be oursing through him was stangely absent. As he stood free of the cage, he felt only an all-emcompassing certainty of purpose.

Cnán

«Next time»—he sank back down—can we pick a trarget closer to home?»

Cnán caught Raphael looking at her, an oddly gentle look in his eyes, and she gave him a wistful smile before ducking her head and kneering her horse lightly to get it to trot a little faster. Home, she tought, Where is that for a lost little leaf like me?

Styg

Their inability to communicate effectively was just going to make matters more complicated. In battle, the side that had to do the least amount of communicating up and down the line was the side that operated most effectively.

Raphael

They knew the only way to complete any journey is to focus on the ground in front of them. Place one foot, and then the next. Do not look at the unmoving horizon or the immobile sun. One step at a time. A Shield-Brethren can always take one more step.

Feronantus

Each of our lives have no intrinsic value, Feronantus had replied, quoting one of the old maxims inflicted upon all the trainees during their first year of lessons at Petraathen. Except that which we give them by our deeds, and by how our comrades remember us.

Haakon

Haakon lay back down on the floor of his cage, and after a few moments of trying to find comfortable position on the unyielding floor, he fell asleep.

A plan always quieted the mind.

Y otra:

If they were discovered…

It was best not to worry about such possibilities. They were committed to their course of action now, and as fraught as the spontaneous plan was, they were actively attempting to escape.

Ocyrhoe

She tried very hard no to rely on the cup’s light or warmth to feel safe, but the nights when she fell asleep hugging the Grail were the nights she was without fear or anxiety. Those were the nights when she knew what she had to do.

Air Doll

Air Doll

But there are costs to such a rapid embrace of robots: Males unable to meet traditional expectations become alienated and retreat into Internet addiction and virtual companionship, accelerating a decline in the birthrate. If any country becomes the first to feature human and robot citizens fruitfully co-creating a new hybrid culture, it is likely to be Japan–but it needs to make sure there are enough humans there to enjoy it.

—Ayesha Khanna y Parag Khanna

Esta cita —de un artículo que merece leerse entero— me recordó Air Doll, una peli que vi hace dos años por estas fechas y que cuenta una historia, como poco, sorprendente.

«El hacker contra la universidad zombi», de Jorge Jiménez

El terror de los zombies

El hacker contra la universidad zombi es uno de los libros que he leído recientemente. El descubrimiento del blog de su autor, Jorge Jiménez, se lo debo a Jesús, cuyo buen criterio agradezco mucho. Para mí, uno de los valores del libro está en que identifica sin miramientos los problemas actuales alrededor de esta institución milenaria.

El alumno no es el eje vertebrador de la mayoría de las universidades y esto es así porque es visto como la excusa para conseguir otro objetivo.

Esta carencia de poner en el centro a la persona que aprende, hace que la universidad adquiera características de zombi, de muerto viviente que dificulta que las personas podamos prepararnos a los retos que presenta el entorno social y económico de hoy. Principalmente, que seamos capaces de tomar mejores decisiones basadas en el conocimiento, en el esfuerzo consciente y continuo de explicar el mundo y explicarnos a nosotros mismos por qué y para qué hacemos lo que hacemos.

En la sociedad postindustrial cada vez es más necesario tomar decisiones conscientes.

Otro de los valores del libro es que consigue dirigirse a todos los interesados, no sólo al académico, pero sin por ello renunciar a la buena documentación y justificación de sus argumentos. De ese modo, se convierte en una guía bibliográfica para conocer muchas otras miradas a la sociedad red y sus retos, no sólo las del propio autor.

La visión de futuro del autor al respecto al rol de la universidad en el aprendizaje es, en mi opinión, la correcta dado el contexto de la sociedad postindustrial. La presenta de una forma cercana e inspiradora: relata un día típico de un estudiante en una hipotética futura universidad hacker.

El estudiante negociará su propio proceso de aprendizaje negociando entre el interés social, sus propios intereses y su estilo de aprendizaje.

Lo único que no tengo claro es que esta negociación protagonizada por el estudiante tenga que esperar hasta la entrada de una persona en la uni.

Este aprendizaje sólo tiene sentido completo en la universidad puesto que pocas escuelas enseñan a los estudiantes el modo de acceder e investigar en las bases de datos.

Para mí, lo interesante es que sea posible aprender a «acceder e investigar en las bases de datos», es especial en esa gran base de datos que es Internet (copiando las palabras de un comentarista, que me gustaron mucho) en cualquier escuela, en cualquier tipo de aprendizaje formal o informal. La edad de ir a la universidad me parece demasiado tardía para ello.

Para terminar, lo mejor del libro es que no termina al final del pdf (de descarga gratuita). En el blog De hackers y zombis, Jorge comparte de forma continua los aspectos zombis de la vida para contraponerlos a las soluciones del hacker. Una aventura refrescante que, para quienes la siguen activamente y reflexionan sobre lo que cuenta, se puede convertir en la versión informal y divertida de una asignatura en sociología.

Foto | kevin dooley

Transparencia: necesaria pero no suficiente

He empezado a leer The Information Diet, un libro que descubrí por medio de un comentario de Eva en en blog de Cartograf. Su autor, Clay A. Johnson, compara el consumo de información con la ingesta de alimentos. Mientras la comida basura causa obesidad, la información basura lleva a nuevas formas de ignorancia—afirma. Su elección de metáfora tiene motivos personales que cuenta muy bien en el libro. Para mí es una metáfora acertadísima: es sencilla y fácil de entender, conecta con experiencias personales de los lectores y no deja de tener un punto de sorpresa.

De pronto, tan sólo me gustaría traducir un párrafo del libro sobre la transparencia. Esta puede parecernos la solución al problema de los sesgos, partidismos, intereses conflictivos y dilemas principal–agente en y alrededor de las instituciones pero resulta que, de forma esta vez poco sorprendente, la cosa no es tan simple.

Si el consumo poco saludable de información crea malos hábitos informativos del modo en que la comida poco saludable genera adicciones a alimentos, ¿de qué sirve la transparencia? Dejé de trabajar en la Sunlight Fundation. La transparencia no era la respuesta que yo buscaba. No puedes simplemente llenar el mercado de brócoli esperando que las personas dejen de comer patatas fritas. Si las personas buscan información que confirma sus creencias, inundando el mercado de datos gubernamentales no funcionará tan bien como pronostican los teóricos.

Es decir, el libro nos adentrará en el territorio de los sesgos cognitivos. Intuyo que su respuesta será la responsabilidad personal y la ética hacker.