Si han leído Little Brother de Cory Doctorow, recordarán el instituto del protagonista, Marcus: seguimiento constante vía árfidos, vigilancia permanente mediante cámaras y control continuo del uso del ordenador (el Schoolbook) a través de hardware capado y software monitorizado. Ese es el mundo que tendremos un poco más cerca con las aulas equipadas con cámaras panorámicas cuya financiación, al parecer, debatían los filántropos Mark Zuckerberg y Bill Gates por mail en 2010.
El argumento a favor de los vídeos es el desarrollo profesional de los profesores. Y es cierto que la autoobservación y la autoreflexión sirven, y mucho, para mejorar el propio desempeño. Pero sólo si la propiedad de los datos y del proceso es de la persona que quiere mejorar y desarrollarse. En este caso, a todas luces, estamos lejos de esto, en una época en que tocaría alejarse del concepto aula en lugar de convertirla en fortaleza vigilada.