He empezado a leer The Information Diet, un libro que descubrí por medio de un comentario de Eva en en blog de Cartograf. Su autor, Clay A. Johnson, compara el consumo de información con la ingesta de alimentos. Mientras la comida basura causa obesidad, la información basura lleva a nuevas formas de ignorancia—afirma. Su elección de metáfora tiene motivos personales que cuenta muy bien en el libro. Para mí es una metáfora acertadísima: es sencilla y fácil de entender, conecta con experiencias personales de los lectores y no deja de tener un punto de sorpresa.
De pronto, tan sólo me gustaría traducir un párrafo del libro sobre la transparencia. Esta puede parecernos la solución al problema de los sesgos, partidismos, intereses conflictivos y dilemas principal–agente en y alrededor de las instituciones pero resulta que, de forma esta vez poco sorprendente, la cosa no es tan simple.
Si el consumo poco saludable de información crea malos hábitos informativos del modo en que la comida poco saludable genera adicciones a alimentos, ¿de qué sirve la transparencia? Dejé de trabajar en la Sunlight Fundation. La transparencia no era la respuesta que yo buscaba. No puedes simplemente llenar el mercado de brócoli esperando que las personas dejen de comer patatas fritas. Si las personas buscan información que confirma sus creencias, inundando el mercado de datos gubernamentales no funcionará tan bien como pronostican los teóricos.
Es decir, el libro nos adentrará en el territorio de los sesgos cognitivos. Intuyo que su respuesta será la responsabilidad personal y la ética hacker.
Gracias, Bianka, por tu referencia y por esta estupenda entrada sobre transparencia.
Me ha gustado mucho que traigas a este blog esa metáfora comparativa entre la comida basura y una «mala dieta informativa». Me quedo con la reseña del libro.
En efecto, corremos el riesgo de una ingesta de información… al servicio de ciertas formas de ignorancia individual y colectiva. Lo cual recuerda que, por supuesto, la transparencia -incluso aunque ésta se diera plenamente- es un concepto democrático fundamental… aunque ambiguo; deseable… pero no exclusivo o excluyente.
En comunicación se ha demostrado que buena parte de los mensajes que emiten los medios sociales no cambian sustancialmente la percepción ideológica de los individuos sino que, simplemente, reafirman posturas ya preconcebidas. Del mismo modo, la información en bruto y, en concreto, aquella susceptible de liberarse siguiendo un modelo de «agenda setting» o selección partidista- corre el riesgo de perpetuar o agravar posiciones de dudoso beneficio social.
En cualquier caso, bienvenido siempre cualquier intento sincero de mejorar la transparencia pública y… y también la privada (pensemos, sobre todo, en esas grandes corporaciones o sistemas multinacionales -como «los mercados»- que influyen decisivamente en la toma política de decisiones).
Un saludo,
¡Hola José Luis! Yo fui la primera que, como respuesta a tu post sobre datos abiertos, pensé que aquí todo lo que faltaría sería transparencia. Luego el libro me ha recordado que el asunto de la transparencia también es un asunto de negociación y que la demanda es una parte importantísima.
Es en los momentos de encontrarnos con ese sesgo de confirmación que comentas cuando empezamos a hablar de «educación», de «educar a los ciudadanos». Pero la educación siempre es según los valores de alguien y sucede «desde arriba». Por eso creo más en ponerse a hacer cosas con esos datos y así empezar a darles sentido desde miríadas de perspectivas.
El libro me está gustando, está muy bien escrito, es un gusto leerlo.
¡Un saludo!