Llevo muchos años leyendo documentos y libros en la pantalla del ordenador. Si eran muy largos y tenía una impresora cerca, me los imprimía para, pasado cierto tiempo, inevitablemente tirarlos.
Ahora, al leer Islas en la red en un lector de libros electrónicos prestado con cariño, ha llegado el momento para reconocer que leer en pantalla cansa los ojos mucho más allá de lo deseable. Y no es esto lo único que queda solucionado con un lector de libros electrónicos. Éste, además, se deja llevar del sofá a la cama y viceversa con toda naturalidad.
Ay, esas montañas de hojas impresas que en cada mudanza con mucho dolor terminaban en el contenedor de reciclaje de la esquina porque «al fin y cablo tengo el PDF».
¡Conozco esa sensación! Pero incluso hay algunos montones que sobrevivien a las mudanza porque «al fin al cabo, el PDF no está subrayado y comentado»
Eso, eso… Donde esté tumbarse en el sofá con unas hojas grapadas y un lápiz para subrayar y marcar notas.