Nuevos lugares para el comercio

Pero en general era un lugar mucho más ordenado y predecible que el territorio por el que habíamos estado viajando durante la última semana. Y como acabé comprendiendo, se debía a que era un lugar para el comercio.

Las citas en este blog siguen procediendo de Anatema pero en el caso de ésta, existe un lugar real y concreto para descubrir cómo el comercio trae orden, cómo se pueden crear nuevos garum en los tiempos que corren y con la tecnología de la que disponemos: el primer día Garum, el 16 de febrero, en Bilbao.

La fraternidad de compartir un deseo de futuro

Al poco de terminar el post anterior con la idea de que vivir una trama propia requiere de un modo de vida como base de convivencia, estábamos comentado con Jose que, entre otras cosas por el propio funcionamiento del cerebro humano y del modo de generarse el conocimiento, sin esas bases es inevitable que uno acabe viviendo una trama que no es suya, para terminar hablando de la importancia de tener mitos y símbolos comunitarios. Junto al modo de vida, los mitos, los símbolos y las ceremonias nos sirven para fortalecer las bases sobre las que construir uno de esos futuros que vienen: el nuestro. Construir sin esas bases sería como medir sin teoría, convirtiendo la exactitud en lenguaje de la ciencia.

Ahora, una intensa semana después de aquella conversación, seis intensos meses después de mi primer post de itinerario y con una moneda de cobre que los indianos me entregaron para guardar, no podría estar más de acuerdo con que el modo indiano, interpretativo, de delimitar el campo de valores y crear así las bases, la fraternidad para construir, funciona. Ahora entiendo el alcance de la que desde el principio me ha parecido una de las interpretaciones indianas más sugerentes: la del politeismo. Porque quién soy yo para imponer una verdad a otro, pero sí soy yo, persona, para poder hacer una verdad propia.

Modo de vida

Así que miraba fascinado a esa gente en sus mobes e intentaba concebir cómo era su vida. Miles de años antes, el trabajo de la gente había sido subdividido en empleos rutinarios para organizaciones donde las personas eran piezas intercambiables. Así debía ser; así se organizaba una economía productiva. Pero era fácil detectar una voluntad oculta tras esa situación: no exactamente una voluntad malvada, pero sí una voluntad egoísta. La gente que había conformado ese sistema tenía celos, no del dinero, ni del poder, sino de las tramas. Si sus empleados hubiesen vuelto a casa cada día con historias interesantes que contar, entonces es que algo habría salido mal: habría habido un apagón, una huelga, un asesinato en masa. Los Poderes Fácticos no podían consentir que otros tuviesen tramas propias a menos que fuesen historias falsas inventadas para motivarlos. Las personas que no podían vivir sin una trama habían acabado en los concentos o en trabajos como los de Yul. Los demás tenían que buscar más allá de su trabajo para sentir que formaban parte de una narración, razón por la que se suponía que los seculares estaban tan preocupados por los deportes y la religión. ¿Cómo si no podías sentirte parte de una aventura? De algo con un comienzo, un nudo, un desenlace en el que tuvieras un papel importante. Nosotros los avotos lo teníamos porque formábamos parte del proyecto de aprender cosas nuevas.

Al avanzar en la lectura de Anatema me estoy dando cuenta de que, del mismo modo que las herramientas no son inocentes, el modo de vida tampoco lo es. Si el resultado es vivir una trama propia o no, entonces podríamos decir que tanto las herramientas como el modo de vida son la urdimbre, la infraestructura que puede facilitar vivirla o no. El proyecto de los avotos de Anatema de aprender cosas nuevas requiere de los concentos que le sirven de urdimbre. De forma parecida, acceder al emprendimiento sin barreras de entrada, hoy en día requiere de software libre como infraestructura. Se trata de las bases a partir de las que hacer cosas.

Creo que en esto radica la importancia del modo de vida indiano: en ser la base de convivencia para una trama propia.

Acostumbrarse a estar conmocionado

Para mantener con vida la acumulación existente de ideas se requiere… todo esto.

Con estas palabras, Fra Erasmas se refiere al concento donde vive y, de hecho, no se me ocurre mejor metáfora para lo que es, en realidad, el conocimiento. Normas de coherencia interna, calma y reflexión para la deliberación, interacción sostenida en el tiempo, identidad real y una comunidad que comparte valores y modo de vida. En efecto, se requiere de todo esto para generar conocimiento y poder enfrentarse a los cambios de otra forma. Al mismo tiempo, es, por definición, inevitable que una estructura así sea lo que en el libro se llama semántica, es decir, busque y genere sus propios significados y sentido. Tampoco es casualidad que las comunidades así no sirvan para gobernar, ni para ser gobernados, a base del universalismo y empleando identidades imaginadas.

En el punto en el que me encuentro en la lectura de Anatema de Neal Stephenson, Erasmas ya se había acostumbrado a estar conmocionado lo que, intuyo, le será de gran ayuda en lo que le espera. Y, seguramente, se trate de un estado de ánimo, de un cierto modo de ver las cosas, que también aporta ventajas en la época que vivimos ahora y de ahí en adelante.

¿Dónde viven los voluntarios?

Aparte de una presidencia de la Unión Europea capitaneado por el gobierno húngaro que, después de lo que se podría llamar un mal comienzo, seguramente seguirá volcando a la superficie los signos de la descomposición, 2011 también trae el año europeo del voluntariado.

La Comisaria de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía ha dicho hoy en Budapest que los voluntarios, que a cambio de su trabajo no esperan ni retribución ni reconocimiento, son los héroes verdaderos de Europa. El presidente del estado húngaro ha reforzado el mensaje diciendo que «voluntario es lo que se hace sin interés». Este discurso del voluntario como persona desinteresada y sacrificada (una imagen muy parecida, por cierto, al emprendedor social) se integra en el marco del beneficio económico del trabajo voluntario (según calcula la UE, supone el 5% del PIB y cada euro invertido en promover el voluntariado da un retorno de entre 5 y 8 euros) y en el de un paro juvenil que, cuantificado a nivel de la UE, alcanza el 21%.

Resulta curioso esta negación de la motivación e interés personal que mueve a las personas, también a los llamados voluntarios, a hacer cosas. La invisibilidad de la autonomía personal y comunitaria en un discurso que se supone va de la cohesión social, se comprende sin embargo cuando uno se da cuenta de que los voluntarios, igual que los jóvenes o los pobres, son habitantes de una comunidad imaginada que vive en el estado, instrumentos de lo que es nacionalismo hoy.