El origen de las palabras coach y coche

La mención que hizo David el otro día de los húsares me recordó la carta de 1930 de Kosztolányi a Antoine Meillet, profesor del College de France y autor del libro Les Langues dans l’Europe nouvelle.

En el texto, Kosztolányi se dedica a rebatir las afirmaciones del reconocido lingüista francés sobre el idioma húngaro porque piensa que éste «desprecia la comunidad espiritual» a la que él (Kosztolányi) pertenece.

Así, cuando Meillet declara que «Por otra parte, el húngaro no es un idioma de civilización. Gran parte de su vocabulario está prestado; está repleto de palabas de origen turco, eslavo, alemán y latino, mientras él mismo apenas tuvo impacto en las lenguas vecinas.» Kosztolányi lo refuta, por un lado, con que lo genuino de un idioma le da su espíritu, su estructura y no las palabras que puede haber absorbido a lo largo de las interacciones con otros pueblos. Por otro lado, le ofrece datos convincentes sobre la cantidad de estas palabras prestadas: de las 122.067 palabras húngaras recogidas por la Academia por aquel entonces 330 eran turcos, 756 eslavos, 1.393 alemanes y muy pocas de origen latino.

Después, recurre a la Dictionnaire Synoptique d’Étimologie Francaise para recordar que el francés tiene 604 palabras alemanes, 154 inglesas, 15 rusas, 146 árabes, 99 «asiáticas», 44 turcas y 4 húngaras. Entre estas últimas está hussard y coche.

Fue de este texto de Kosztolányi que me enteré de que coche venía del húngaro, en concreto de una localidad llamada Kocs, camino entre Budapest y Viena cuyos artesanos introdujeron, en los siglos 15 y 16, una serie de innovaciones al carruaje que pasó a llamarse primero kocsi szekér (carruaje de Kocs) y después directamente kocsi (que significa «de Kocs»). Y de ahí Kutsche en alemán, ko? en checo, goetse en neerlandés, coach en inglés, coche en español, francés y portugués, cotxe en catalán, cocchio en italiano, koczi en polaco y kusk en sueco. Curioso, hoy en día donde más se recuerda el origen de esta palabra es en los libros sobre coaching. Y donde pasó a significar «automóvil» es en el español y el húngaro.

¿Qué fueron estas innovaciones de los artesanos de Kocs y por qué pudo difundirse tanto su nuevo modelo de carroza?

El «carruaje de Kocs» fue una carroza ligera de cuatro ruedas y tirada siempre por caballos, frente a los carruajes de carga pesados y generalmente tirados por bueyes. Su rapidez y flexibilidad no se debió a muelles sino a una muy buena combinación de tres o cuatro tipos de madera. Apenas contenía herraje; las ruedas sin herraje, sin bien se rompían con más facilidad, eran muy flexibles. Aparte de ser rápido y flexible, también tenía una gran superficie de carga: cabían cuatro personas más equipaje. Las innovaciones tecnológicas concretas que permitían este gran superficie, y además evitaban que el barro y el polvo pudiesen entrar adonde estaban los pasajeros y también hicieron que la parte delantera del coche girase estupendamente, están bien documentadas… es una pena que no sea capaz de trasladarlas al castellano. Lo que sí entiendo más o menos es la técnica de enjaezar los tres caballos, al parecer también innovadora, que conseguía efectos parecidos a lo que hoy sería la marcha directa, la propulsión a cuatro ruedas y la turboalimentación.

El incentivo para conseguir carrozas capaces de recorrer hasta 75 km al día y transportar tanto personas como mercancía ligera, les llegó a los carroceros de Kocs de la mano de Matías Corvino que, en el siglo 15, estableció un servicio de correos entre Budapest y Viena; una de sus paradas fue en Kocs.

A través de Ippolito d’Este, sobrino de la mujer de Matías, el invento pronto llegó a Italia.  El sistema de aprendizaje de los gremios de entonces, con los años itinerantes como fundamentales para que los oficiales se convirtieran en maestros del oficio, seguramente ayudó a difundir el nuevo modelo por otras partes de Europa. Al diplomático Sigismund Herberstein le tocó hacer una parte de su viaje de Viena a Moscú en un coche así en 1518 y se convirtió en el primero en describirlo en detalle y por escrito como «Kotschi Wagen, llamado así por un pueblo a diez millas de Buda». En el siglo 16, la carroza de Kocs aparece en los cuadros de Bruegel y se sabe que los modelos de goetse flamencos y neerlandeses influyeron en la construcción de los coach ingleses. En muchas historias del coaching se rememora que Luis de Ávila, cronista de Carlos V. anotó una vez que el emperador «se puso a dormir en un carro cubierto, al que en Hungría llaman coche».

Pero más importante que estas instantáneas de la historia es que, si la innovación nació a lo largo de un camino de correos, de un flujo constante de información, su difusión la hizo posible otro flujo, el del comercio que requería de un vehículo para transportar con rapidez personas y mercancías.

Las empresas ‘ofrecen’ y las personas ‘demandan’ empleo en un mundo patas arriba

Los economistas hablan últimamente de oferta y demanda de competencias (skills supply and demand) y cuando lo hacen, entienden que la oferta viene por parte de quienes ofrecen trabajo, es decir, los trabajadores y la demanda por parte de quienes demandan trabajo para llevar a cabo proyectos, es decir las empresas. Los trabajadores ofrecen y las empresas demandan.

Sin embargo, cuando miramos el mercado laboral desde el punto de vista de los trabajadores, y especialmente de los desempleados, la oferta la hacen las empresas y los que demandan son los trabajadores. Y demasiadas veces se nos escapa que ya no hablamos de trabajo y competencias sino de empleo.

Para una mayor precisión acerca de los significados de trabajo y empleo, uno puede recurrir a Chris Benner. Según este geógrafo urbano y de la economía, profesor de la Universidad de Pennsylvania, trabajo hace referencia a las actividades que realizan las personas mientras participan en el proceso productivo. Incluye las aptitudes físicas y los procesos cognitivos implicados, las herramientas y la tecnología utilizada y las relaciones que establecen con otras personas – clientes, compañeros de trabajo, colegas de otras compañías, proveedores y demás – mientras trabajan. Empleo, en cambio, se refiere a las relaciones entre trabajador y empleador, a los procesos utilizados por los segundos para dirigir, motivar y supervisar a los primeros y a la compensación recibida.

Creo que trabajo y empleo con demasiada frecuencia se utilizan indistintamente en el discurso público. Una de las consecuencias de esta (con)fusión de los significados es, en palabras de David, una relación con las empresas donde no emprendemos nada, donde esperamos que nos saquen a bailar y nos ponemos guapos para llamar la atención con el cuaderno de bailes en la mano. Porque somos ‘demandantes’ de empleo.

Por el lado de las empresas, aunque nos ciñamos a que demandan trabajo y no les veamos como ofertadores de empleo, como bien apuntó Enrique, compañero del master, en la economía clásica las simplificaciones llevan a que lo que se demanda sean horas y se pague dinero y que no entren las competencias ni las relaciones que se establecen en el proceso productivo.

Lo que tenemos, por tanto, son personas reducidas a horas y empresas reducidas a pagadores. Pero todos sabemos que el trabajo es mucho más que esto.

Una solución innovadora y esperanzadora es el trabajador como pluriespecialista que no busca un contrato sino un proyecto donde aportar y aprender y la empresa como comunidad con un proyecto vital compartido que se expresa a través de su acción, incluida aquella que tiene lugar en el mercado. Un modelo integrador de todos los elementos del trabajo antes mencionados: aptitudes, procesos cognitivos, tecnología y relaciones interpersonales y les añade la dimensión de aprendizaje continuo.

Conozco más ejemplos, pequeños y parciales eso sí… hay proyectos europeos dentro de centros de formación que comienzan como minúsculos emprendizajes de profesores, a veces sólo de uno, para luego crecer y convertirse en espacios transnacionales de aprendizaje, producción y, quién sabe, de pequeños mercados en los que tanto las personas como las empresas busquen aportar y aprender.

LDS o la psicodelia del Learn-Do-Share

Siempre me ha gustado que en Bikram Yoga a uno no le clasifiquen por niveles y que todas las clases sean para todos. Nunca he oído a nadie quejarse de esto.

En todas las clases hay aprendices, practicantes y maestros – estas categorías me las presto de Homo Competens, me parecen claros, sencillos y elegantes. A los aprendices se les pide que se pongan atrás para poder ver a los practicantes. Éstos se ponen delante no sólo para que se les vea sino porque les sirve más observarse a mí mismos en el espejo que mirar a los otros. Y maestros no sólo son los profes: los que llevan años de práctica pueden ser un estímulo para los nuevos. Les cuentan, por ejemplo, lo que tardaron en no caerse del arco de pie.

En clase de yoga hay LDS – sigo prestando cosas de Homo Competens -, es decir, se aprende (Learn), se practica (Do) y se comparte (Share) a la vez. Y es psicodélico.

Clase de Bikram