Un espacio público y horizontal de debate donde las vecinas y vecinos podemos participar de la toma de decisiones sobre los temas que nos afectan en la vida política, de forma activa, como ciudadanos y ciudadanas sin que importen tendencias políticas o ideologías.
Me imagino no era su intención pero nada mejor que esta frase para demostrar el significado de la palabra participar: por mucho que se diga que no importa la ideología, eso de «las vecinas y vecinos» no deja lugar a dudas respecto a en qué (ideología) te invitan a participar: el nacionalismo. Y no pasa nada, la ideología, o sea los valores, son necesarios para construir. La cuestión es para qué y para quién sirve en este caso decir que no lo son.
Me imagino que los indignados y los jóvenes sin futuro pasarían de irse a una charter city, una ciudad que se construye a base de un terreno no habitado, una constitución (un charter) y muchas-muchas empresas y personas inmigrantes que quieran vivir según esa constitución. Sin embargo, acabé por relacionar las dos cosas porque me pregunto hasta qué punto la charter city permitirá ir más allá de la participación y, por ende, de (un nuevo tipo de) nacionalismo. ¿Será un marco adecuado para nuevas formas de organización social? ¿Competirá, por ejemplos, con proyectos como seasteading?
La pregunta surge desde el primer momento, puesto que ocupar un terreno no habitado supone que un estado se lo tenga que ceder a los promotores. En el caso de Honduras, el primer estado que promoverá la creación de una charter city en su territorio, «se pretende que el Congreso Nacional apruebe que una pequeña porción del territorio nacional se seleccione a efecto de crear un polo de progreso y bienestar».
Respecto a la constitución, la pregunta natural es quién lo escribe, la mirada de quién se materializa en ella. Crear una constitución a partir de la interacción requiere mucho tiempo y más aún si se trata de millones de personas. De ahí que no sorprenda que según Paul Romer, el creador del concepto de charter city, será deseable que la constitución nazca a partir de un consorcio de estados-nación. Como ejemplo pone la Bahía de Guantánamo en Cuba, que podría ser gobernado, según él y como ejemplo, por un consorcio establecido por Brasil, Canadá y España. El en caso real de Honduras, por un lado tenemos el interés hondureño, es decir, «la ciudad tendrá su propia administración, pero dependiente del Gobierno Nacional, o sea; contará con un gobernador de nacionalidad hondureña quien dirigirá o administrará esa área o zona del territorio, y el mismo será seleccionado por el presidente constitucional de la república que se encuentre de turno». Por otro lado, aunque Romer no lo mencione en su segunda charla, sabemos que de la parte económica de la constitución se encargarán Singapur y Corea del Sur mientras la parte política, el aseguramiento del orden democrático, correrá a cargo de Suiza.
El tercer pilar del modelo es la lógica opt-in: cualquier empresa y persona que quiera vivir en el marco definido por la constitución podrá ir a vivir a esa ciudad. Esta característica se basa en el hecho de que la migración es el modo más rápido de salir de la pobreza y su objetivo es aumentar las oportunidades de las empresas y personas que quieran migrar. El sueño de Romer es que haya cientos de ciudades charter por todo el planeta compitiendo entre sí para atraer empresas y personas. ¡Un gran sueño!
En este sentido, el modelo es globalista y puede pensarse como una especie de deconstrucción, por parte de los propios estados que se enfrentan a la imparable descomposición de su sistema, del modelo en el cual el mundo está dividido en unidades de estados-nación para construir uno en el cual las unidades son ciudades. La pregunta es hasta qué punto esa destrucción podrá ser creativa, es decir, si podrá poner las personas primero para que la participación pueda evolucionar hacia la interacción, dejando así el cambio programado dentro de la lógica misma del modelo.