No sé si es común pero me he encontrado con una práctica en la escritura de libros que consiste en grabar las conversaciones que uno va manteniendo. Por skype, por ejemplo. Fragmentos de éstas conversaciones se incluyen en el libro pero sin la fuente, tipo «persona de tales características dice esto».
Entiendo que hay casos en que sea necesario anonimizar las fuentes. Por ejemplo, si un empleado habla en tono crítico no «permitido» por la empresa en que sigue queriendo estar empleado después de la publicación del libro. Pero yo me refiero a casos en los que se buscan ideas y ejemplos.
Identificar ejemplos concretos para trasmitir ideas es importante. Un ejemplo concreto y palpable, igual que una imagen, vale más que mil palabras (sobre todo si las palabras de verdad son mil). Las conversaciones son una de las mejores formas de buscar esos ejemplos.
Cuando las conversaciones están escritas en la web, lo ético es enlazar la fuente. Cuando no lo están, lo ético también es mencionar la fuente y, desde la nota al pie, enlazarle en el sitio web en que quiere ser enlazado, en lugar de describirlo como «persona de tales características». Además, ponerle nombre a quien la cuenta ¿no hace la historia hasta más interesante?
La cosa se complica cuando el destino es un libro con todos los derechos reservados. En este caso, el choque entre el compartir y el encerrar lo compartido es aún mayor. De hecho, si el «encerrador» se topa con un hacker, lo más probable es que éste no quiera repetir la conversación.