Una charla de ayer me enseñó que el uso del término «reeducación alimentaria» no es sólo de Natur House sino quizá sea de un grupo más amplio de nutricionistas. A mí eso de «reeducación» no deja de ponerme los pelos de punta. Y recordarme la reacción de la amante rusa de Toni Soprano al escuchar que tratarían su depresión en un «centro de reeducación».
Si algo claro salió de esta charla es que «hay muchos metabolismos posibles», que distintas personas responden de forma distinta a los alimentos (por eso no hay «dietas milagro») y que el futuro de la nutrición probablemente pase por el análisis genético. Por comer alimentos para cuya digestión más preparado esté cada persona.
Un futuro, sin embargo, que al parecer el nutricionista que dio la charla no se lo acaba de creer. O así me explico que siguiera hablando de necesidades de nutrientes de la «población» y de volver a comer «normal» tras una dieta para adelgazar.
Si la verdad está en los genes, la «población», en especial la de las grandes urbes y de lugares con muchos movimientos migratorios, va a tener necesidades muy dispares entre sí. Pero lo que más me chirría es el implícito detrás de volver a comer «normal»: la contradicción entre descubrir cuál es la dieta más saludable, es decir, la normalidad de cada persona y la vuelta a una normalidad relacionada con la «población», parece que el nutricionista no la tiene resuelta.