Con esta cita el autor de Los enemigos del comercio contrapone valores relacionados con el trabajo en los contextos en los que vivieron Ciro el Grande o el legislador ateniense Solón (siglo VI. a. C.) al contexto de Roma alrededor del año 100 d. C. cuando «el bien nacido solo podía refinarse practicando el ocio» y «el mundo mediterráneo era un medio de amos y esclavos ajenos por igual a mitigar la intemperie con ingenio técnico y tenacidad».