Aunque personalmente me gusta llamarlos recursos de aprendizaje libres, los recursos educativos abiertos se llaman así con motivo. Porque la mayoría, de hecho, no son libres.
Es interesante el aporte de Stallman al debate pues ni siquiera critica de forma directa el atributo «no comercial» (uno de los atributos no libres del Creative Commons), puesto que, dice Stallman, con éste al menos existe la posibilidad de pedir permiso al autor para un uso comercial. Cosa que no sucede en el caso de aquellas licencias Creative Commons que, de forma simultánea, permiten obras derivadas pero no permiten un uso comercial (BY-NC y BY-NC-SA).
El punto de Stallman es que al estar permitidas las obras derivadas, obtener permiso para el uso comercial de un recurso que es la mezcla de varios otros recursos, implica solicitarlo a cada uno de los creadores originales. El efecto acumulado serían recursos con tal número de autores originales que una petición de permiso resultaría prácticamente imposible. Se produciría, por tanto, un efecto de lock-in con recursos cuyo uso comercial no sería posible negociar.
Stallman no dice nada demasiado nuevo, es problema conocido hace ya mucho que cerca del 70% de las obras licenciadas bajo Creative Commons no son libres. (Ese porcentaje ha podido cambiar recientemente, pero si me preguntas, creo que ha debido cambiar… a peor.)
Eso sí, me parece relevante que comience a ver el problema de las licencias no libres para «los datos» (en general, todo lo que no es código), hace unos años se mostró incluso hostil cuando, en una conferencia suya a la que asistí, le preguntaron por ese tema y, además, es muy conocido su choque conceptual con Eben Moglen, abogado de la FSF, que tradicionalmente consideró que todo era software (los datos son input para el software y una extensión del programa en sí) y que, por tanto, las 4 libertades del software libre debían extenderse más allá del código mismo, para llegar a todos los ámbitos.
Por matizar, pensándolo mejor, en su artículo mantiene esa visión para «datos de carácter general», pero es que allí negó en una pregunta cuando alguien le dijo «y si alguien publica un libro sobre cómo aprender a programar tal cosa» y dijo que eso no era software.
No sé ahora si su cambio es tan grande como pensé al principio, pero me parece un cambio (a mejor).
Sí, eso parece que es novedad y buena porque círculos hasta ahora cómodos con el discurso del «abierto» (siempre sin uso comercial posible) tendrán que, al menos, volver a debatir y argumentar.
Ahora parece que Stallman distingue entre contenidos de opinión, arte, entretenimiento y contenidos para uso práctico (works meant for practical jobs, including educational resources and reference works as well as software). Para los primeros, las licencias no libres le parecen aceptables, para los segundos, no.
Esta clase de bloqueo es justamente la que impide que software como POV-Ray, que en su día fue publicado como no libre y recibió contribuciones de muchísimas personas, permanezca no libre aun cuando sus principales mantenedores y desarrolladores (y supongo que muchos usuarios) desean que se convierta en libre: pedir permiso a los que contribuyeron sería casi imposible.
También se puede ver como un problema de organizar la cesión de derechos (p.ej. la FSF pide una revocación de derechos a los traductores de sus programas), pero en cualquier caso me parece bueno que Stallman haya visto el paralelismo con los materiales de aprendizaje. Y que de paso se vuelva a destapar la perversidad de las medias tintas de Creative Commons.
Me alegro de verte por aquí Iván 🙂
Gracias por aportar un ejemplo real porque creo que para la persona no iniciada el problema no es fácil de comprender. No conocía el ejemplo.