Knewton es una plataforma de aprendizaje que, mediante algoritmos, consigue un nivel de personalización antes sólo alcanzable para el profesor en grupos muy muy reducidos. Personaliza tanto el contenido como el contexto, lo segundo en el sentido de que identifica los pares con un mismo estilo de aprendizaje. Para entornos tradicionales de educación, como nos cuenta una profe, es un sueño.
Creo que cabe la pregunta si merece la pena mantener estos entornos tradicionales basadas en la lógica de la era industrial. Hay quienes defienden que cada cerebro humano está cableado de una manera tan individual que ni siquiera los estilos de aprendizaje y las inteligencias múltiples son capaces de mapearlo. Si tomamos en serio estos argumentos, probablemente no merece la pena mantener, por ejemplo, la segregación o los contenidos por edades.
Pero lo que cabe preguntarse con respecto a Knewton, que entre sus muchas ventajas también promete una relación de por vida entre las personas y las editoriales, es quién será el propietario de los datos que recoge. ¿Lo serán los shareholders o los stakeholders de Knewton?
Creo firmemente que la segregación por contenidos y edades es contraproducente. Sacando la parte mística del asunto, es lo que me había gustado de la experiencia que comentábamos recientemente sobre el artículo «una escuela al margen». Fue en un comentario en tu blog pero ahora no lo encuentro (¡el orden como ventaja competitiva!)
Aquí está 🙂 La segregación cronológica, aparte de ser un empobrecimiento de estímulos en general, en el mundo red, con la creciente importancia de las competencias sociales, es, como dices, directamente contraproducente.
Es obvio que necesito ponerme manos a la obra con la organización. Recordaba la conversación que enlazas pero ya no sabía dónde. Y la tenía que buscar para la parte «pedagógica» del Proyecto Máscaras. ¡Gracias! 🙂