Así que miraba fascinado a esa gente en sus mobes e intentaba concebir cómo era su vida. Miles de años antes, el trabajo de la gente había sido subdividido en empleos rutinarios para organizaciones donde las personas eran piezas intercambiables. Así debía ser; así se organizaba una economía productiva. Pero era fácil detectar una voluntad oculta tras esa situación: no exactamente una voluntad malvada, pero sí una voluntad egoísta. La gente que había conformado ese sistema tenía celos, no del dinero, ni del poder, sino de las tramas. Si sus empleados hubiesen vuelto a casa cada día con historias interesantes que contar, entonces es que algo habría salido mal: habría habido un apagón, una huelga, un asesinato en masa. Los Poderes Fácticos no podían consentir que otros tuviesen tramas propias a menos que fuesen historias falsas inventadas para motivarlos. Las personas que no podían vivir sin una trama habían acabado en los concentos o en trabajos como los de Yul. Los demás tenían que buscar más allá de su trabajo para sentir que formaban parte de una narración, razón por la que se suponía que los seculares estaban tan preocupados por los deportes y la religión. ¿Cómo si no podías sentirte parte de una aventura? De algo con un comienzo, un nudo, un desenlace en el que tuvieras un papel importante. Nosotros los avotos lo teníamos porque formábamos parte del proyecto de aprender cosas nuevas.
Al avanzar en la lectura de Anatema me estoy dando cuenta de que, del mismo modo que las herramientas no son inocentes, el modo de vida tampoco lo es. Si el resultado es vivir una trama propia o no, entonces podríamos decir que tanto las herramientas como el modo de vida son la urdimbre, la infraestructura que puede facilitar vivirla o no. El proyecto de los avotos de Anatema de aprender cosas nuevas requiere de los concentos que le sirven de urdimbre. De forma parecida, acceder al emprendimiento sin barreras de entrada, hoy en día requiere de software libre como infraestructura. Se trata de las bases a partir de las que hacer cosas.
Creo que en esto radica la importancia del modo de vida indiano: en ser la base de convivencia para una trama propia.
¡Qué casualidad! Tengo justo ese párrafo subrayado en mi copia de Anathem, y lo usé para una entrada en un blog de Recursos Humanos, criticando una manera habitual de entender las relaciones de las personas con el trabajo:
http://www.hrlab.es/119
Lo cierto, es que las preguntas que se plantea Erasmas en ese atasco me las hago yo muchas veces por la mañana, en mi pregrinaje hacia el trabajo. Muchas veces me he planteado que el modo de vida, como dices, no es inocente, y que vivir la vida de la manera «habitual» puede ser una trampa de la que es difícil escapar. Muchas veces, también, me castigaba diciendo que era un pensamiento algo paranoico, después de todo cada uno elige su modo de vida; ¿o no?
Después de algún tiempo, empiezo a pensar que el modo de vida no se elige, se descubre, y cambiarlo requiere un gran esfuerzo.
No pongo más, que me está quedando un rollo demasiado largo, pero me lo anoto para cuando llegue a esta lectura en el itinerario, que será una excusa para retomar la lectura de Anatema y escribir en mi blog (tengo que confesar que se me quedó a poco más de la mitad).
PD: El párrafo resaltado lo traduje yo desde la edición en inglés, y hay algunas diferencias (por ejemplo, yo traduje «concent» como «conciento»).
¡Qué guapa la coincidencia! 🙂 Me ha gustado leer tu post y la traducción que hiciste (la verdad es que a la traducción del libro no le vendría nada mal una corrección). La música tiene cierto papel no desdeñable en el libro, de ahí que «conciento» resulte interesante.
«La filé es nuestro intento de vivir de un modo diferente al que nos venía dado», dicen los indianos, seguramente conscientes de esa trampa de la que hablas.