Si el otro día comentamos que afrontar la realidad desde el universalismo debilita la resiliencia, frena la innovación, y dificulta la defensa, esta vez me gustaría detener la mirada sobre la culpa. Volvamos a 11M Redes para ganar una guerra y cómo la opinión pública en España enfrentó la pregunta de quién hay que defender de los atentados terroristas.
«(…) frente a un atentado del terrorismo de red internacional la opinión española entiende que no hay un nosotros que defender, sino unos principios que imponer al orden internacional sin cuyo triunfo las víctimas son inevitables pues no son más que consecuencia del «dolor» causado por la existencia de diferencias de poder y renta entre los países y bloques. Diferencias de las que nosotros mismos seríamos beneficiarios y que nos harían por tanto en cierta medida culpables de nuestras propias víctimas»
En lugar de defender la vida, se defienden principios y el fracaso de no haberse guiado por éstos, entendido como pecado, genera un sentimiento abstracto de culpa. Una culpa del mismo índole que conocemos del concepto cristiano de la culpa original. La culpa más abstracta que se puede imaginar. De hecho me parece eso: una culpa imaginada.
Es la misma culpa que uno ha de sentir por los crímenes cometidos en la segunda guerra mundial por los nazis si vive en territorio gestionado por el estado que estaba en ese bando. Si, por nacimiento o por migración llegó después de lo sucedido, también. El estado se sirve del viejo concepto cuyo uso por excelencia corresponde a los cristianos, para elevar el umbral de rebeldía de su comunidad imaginada y así mantener el status quo.
Seguramente, en el pasado, ese sentimiento abstracto y universal de culpa resultó útil para cohesionar grupos sociales. Pero creo que hay razones para afirmar que hoy en día ya no lo hace. No ayuda ni para defenderse de atentados terroristas ni para integrar a los inmigrantes. Más bien todo lo contrario.
Me pregunto si la culpa no será la versión universalista de la vergüenza, ese sentimiento que, en mi interpretación, hace que en lugar de aprender a equivocarse y levantarse tras los errores, uno se sienta culpable, se paralice y tenga suficiente miedo a una nueva humillación para preferir que otros le digan lo que tiene que hacer. Me pregunto si a la culpa se llega desde la vergüenza o, más bien, se llega a la vergüenza desde la culpa pasando por la vergüenza ajena. La respuesta no la tengo clara pero algo me dice que, para construir nuevas formas de organización social, será útil sospechar de la vieja noción de la culpa.
Uau, otra reflexión interesantísima. Supongo que la culpa a la que te refieres se podría definir como un sentimiento de deuda o desazón motivado por algo que en un momento hizo alguien perteneciente a la misma comunidad imaginada de uno (en las diferentes formas que haya tenido a través del tiempo). En este sentido, la vergüenza sólo podría darse una vez asimilada la culpa. Además, esta forma de culpa supone una negación de la individualidad (y no digamos nada de la responsabilidad): la culpa de un miembro se diluye en el grupo (a lo largo del tiempo) porque todos forman un solo ente, y aquí llegamos a los famosos mitos de la unidad en el origen o en el destino (ya comentados en el Manifiesto Ciborg y en Ciberia). Pasto perfecto para el nacionalismo, digo. 😉
Otros ejemplos de estas lindezas serían el «ustedes masacraron a mi pueblo durante la colonización» y el «la Iglesia debería pedir perdón por la Inquisición», y actualmente son posturas que casi veo más en supuestos grupos progresistas (partidos políticos, ONGs…) que en estados o religiones. Por cierto, suelo oir la expresión «culpa cristiana» cuando (al menos en el catolicismo), el bautismo supone el perdón del pecado original, y se reconoce la libertad de la persona para obrar bajo su propia responsabilidad. Así que mucho efecto tampoco debería tener en los cristianos…
No sólo esas culpas, sino la culpa por cosas aún más abstractas: la culpa por consumir mangos del caribe (ooooh la huella de carbono, consume productos nacionales), la culpa por no separar el papel del cartón y, a su vez, los dos anteriores de los plásticos y, de entre los plásticos, no olvides poner los PET aparte… (ooooh la amazonia destruida por La Humanidad).
La culpa tiene innumerables rostros y gira la cabeza cuando la llaman por incontables nombres…
Yo también creo, como tú, que la culpa (lo macro) es un prerequisito para la vergüenza (lo micro), lo cual no quiere decir que desde lo micro no se puedan hacer cosas para ganar mayor libertad individual.
¡Qué bien que menciones la responsabilidad individual! ¡Qué mal se lleva ésta con la culpa cristiana y su perdón concedido e imaginado!
Culpa, miedo, verguenza… grandes herramientas de control. Todas tienen en común que el individuo renuncia voulntariamente a su libertad.
Hoy Julen habla también sobre esto.
Exacto, mecanismos para instaurar la sociedad de control…