Después de leer Días verdes en Brunei de Bruce Sterling, Mundo Espejo de William Gibson y ver los vídeos sobre la historia del software libre y el papel de Otpor! en derrotar a Milosevic, empiezo a ver la ética hacker por todas partes. Se me viene a la mente cuando Juan Urrutia pide empuje en lugar de liderazgo, cuando David piensa sobre las bases conceptuales de un software que apoye los procesos deliberativos y cuando veo a un amigo funcionario extrañarse de que no haya entusiasmo por la huelga general.
Así predispuesta, cuando llego a La ética del hacker y el espíritu de la era de la información de Pekka Himanen, de repente tengo claro que la cultura del hacker, o del bricoleur, es el sustrato mismo del que pueden surgir las redes distribuidas. Porque, como dijo David hace ya bastantes años, la tecnología no conduce necesariamente a ningún lugar. Son las personas. No el estado, ni las empresas. La ética hacker nos recuerda una y otra vez que la unidad básica de cualquier cambio social real son las personas con voluntad propia.
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