Hoy en día se suele llamar movilidad para el aprendizaje lo que más comúnmente se conoce como «viajar para aprender» o «ver mundo». Se trata de un período de tiempo que las personas pasan viviendo inmersas en contextos diferentes al que están acostumbradas. Muchos consideran el impacto de la movilidad en la persona –habilidades de comunicación intercultural, etc.– fundamental para poder afrontar los retos de la vida adulta.
La movilidad de las personas es muy importante no sólo para alcanzar madurez personal sino para el intercambio efectivo de ideas y conocimientos. Es de interés para la innovación a nivel de las organizaciones y las sociedades. Es por eso que, parelelo a las restricciones a la migración que caracterizan los estados modernos, existan políticas de fomento de la misma; son una herramienta de las instituciones para influir en el modo en que se produce ese intercambio, tan vital para su desarrollo.
Ejemplos de estas políticas podemos encontrar muchos, desde programas como el Servicio Civil Internacional y el Programa Erasmus, hasta la práctica de enviar a funcionarios estatales lejos de su contexto de origen.
El acceso generalizado a la Red y a herramientas de autoedición y de compartición de conocimiento hoy en día hacen necesario un replanteamiento de la movilidad geográfica para el aprendizaje. Hay aprendizajes antes sólo accesibles mediante la movilidad física que ahora son accesibles con el uso inteligente de las herramientas de comunicación. A grandes rasgos, lo más difícil de sustituir en digital es la experiencia de inmersión profunda en otro contexto para lo cual sigue teniendo sentido la movilidad física. Los períodos de movilidad cortos, tipo visitas de estudio de 1-3 semanas y aquellos planteados como experiencia conjunta para grupos homogéneos son, hoy en día, los más complicados de argumentar en términos de coste-beneficio.