Me servía de consuelo […] volver a mi influyente amigo, el apaleado, torcido y arruinado vapor de hojalata. Subí a bordo. Resonó bajo mis pies como una lata de bizcochos Hunlay and Palmer vacía que se hubiera hecho rodar de una patada por un canalón; no era de estructura sólida, y mucho menos bonito de forma, pero había invertido en él demasiado trabajo como para no quererlo. Ningún amigo influyente me hubiera servido mejor. Me había dado la oportunidad de moverme un poco… y descubrir lo que podía hacer. No, no me gusta el trabajo. Prefiero holgazanear y pensar en las cosas buenas que pueden hacerse. No me gusta el trabajo –a ningún hombre le gusta–, pero me gusta lo que hay en el trabajo, la ocasión de encontrarse a sí mismo. Tu propia realidad –para ti, no para los demás–, que ningún otro hombre puede conocer jamás. Ellos sólo pueden ver el espectáculo, pero nunca pueden decir lo que realmente significa.
Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas
4 comentarios en «Vapor de hojalata»
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Precioso fragmento. Su final me hace sentir una mezcla de escalofrío y esperanza. En fin…, a mí también «me gusta lo que hay en el trabajo» 🙂
🙂 El escalofrío es compartido. La propia realidad, lo importante es descubrirla, la ocasión de encontrarse a sí mismo, lo importante es tener y aprovecharla. Lo esencial no es que ningún otro pueda conocer tu realidad sino que tienes que descubrirlo tú, ningún otro. ¡Un abrazo!
Vaya, no sabía el origen del título del blog. Por fin me entero.
Como puedes observar, ya lo cambié pero desde septiembre de 2011 mi blog se llamaba efectivamente Vapor de hojalata.