En su libro Armas, gérmenes y acero: breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años, Jared Diamond argumenta que el hecho de que las civilizaciones euroasiáticas, en general, han sobrevivido y conquistado otras no se debe a la superioridad de los miembros de estas civilizaciones sino, entre otras cosas, a la relativa facilidad que tuvieron para difundir los inventos.
Según Diamond, la mayor parte de Eurasia se sitúa en el eje este-oeste donde existen pocas barreras geográficas (como montañas o desiertos), lo que permitió una rápida expansión de la agricultura. En continentes que se sitúan en un eje norte-sur, las barreras geográficas impidieron la difusión de inventos, de modo que, aunque en el valle del Mississipi la agricultura se inventara al mismo tiempo que en el Creciente Fértil, este invento no se difundió para expandirse y, a través de mutuas retroalimentaciones, aportar más poder a las civilizaciones de América.
Una vez un compañero del master me advirtió que enlazar un ejemplo del pasado remoto para facilitar la comprensión del impacto de las TIC en la sociedad actual era complicado y que ya era un encaje de bolillos enlazarlo con la época inmediatamente anterior a la era industrial. A mí, sin embargo, me parece útil recordar ese hallazgo de Diamond, ya sea para pensar sobre las tecnologías de comunicación, la propiedad intelectual o la globalización. Además, hace 13 mil años no parece un pasado tan remoto si pensamos que el 99% de la historia del ser humano ocurrió en los 2,5 millones de años anteriores a estos 13 mil.
Mi lectura de Diamond es que el proceso en el cual personas, que viven en comunidades geográficamente separadas y esparcidas por el globo llamado Tierra, interactúan entre ellas, es antiguo, favorece la innovación y otorga importantes ventajas competitivas a las comunidades. Por qué no llamarlo globalización desde la primera vez que ocurrió.
No es que no sean útiles las categorías de Thomas Friedman en su libro La Tierra es plana: la globalización protagonizada por imperios (de 1492 hasta 1800), la protagonizada por corporaciones y estados (de 1800 hasta 2000) y, finalmente, la globalización cuyos protagonistas son las personas (a partir de 2000). Pero obvia que hubo globalización antes de Colón (por no hablar de su ceguera ante la globalización más allá del anglomundo pese a su empeño universalista de explicar la Tierra entera que, según él, ahora sería plana).
Hay, sin embargo, un pasaje en el primer capítulo de La Tierra es plana que me encanta. Es cuando Friedman cita a David Rothkopf:
¿Qué ocurre si la entidad de política en la que te encuentras ya no tiene nada que ver con unos empleos que se desempeñan en el ciberespacio, o deja de representar a unos trabajadores que en realidad están colaborando con otros trabajadores ubicados en diversos puntos del planeta, o deja de equipararse con una producción debido a que éste tiene lugar en varios sitios a la vez? ¿Quién regula el trabajo? ¿Quién lo grava? ¿Quién tendría que beneficiarse de los impuestos?
Ay, todo preguntas pero ¡qué sugerentes! Qué desafío la globalización protagonizada por las personas y las comunidades reales cuando, como lo demuestra Saskia Sassen, las corporaciones, unidos íntimamente a los estados, llevan tanta ventaja.
Genial la analogía de Manuel entre la globalización de los estados-corporaciones centrada en territorios, con una topología descentralizada y el empeño de estos mismos actores en imponer esa misma topología a Internet frente a la globalización de los grupos pequeños que necesita de una topología distribuida tanto en la globalización como en Internet.
De los movimientos anti- y alterglobalización hablaré en el siguiente post.
mmm no pillaste el punto. Dejando al margen que la tesis geográfica de Diamond es más que discutible, globalización no es difusión de la invención o expansión geográfica de la especie humana.
Globalización es un estadio de la formación de mercados.
Globalización = creación de unidad de mercado en un ámbito que ya no es siquiera regional/continental sino practicamente mundial.
Como mucho muchíiiisimo puede hablarse por tanto «antecedentes» de la globalización con la expansión de las redes de comercio musulmanas en el siglo IX y su eco -la revolución comercial europea del siglo XI-XIII-, la expansión oceánica de las monarquías ibéricas primero y de la holandesa después y finalmente con el imperialismo inglés del primer tercio del XIX bajo la bandera del libre comercio.
Y aunque estos antecedentes sentaran las bases para la aparición de mercados globales, ni siquiera a principios del XIX, cuando ya existían rutas comerciales globales libres y bien establecidas, podía hablarse de un mercado global. En el mejor de los casos (UK, Francia, Holanda, EEUU) despuntaban prometedores mercados nacionales. La Bosnia de la época por ej, era un verdadero hub de rutas comerciales y también lo era Persia (hace poco leí unas maravillosas memorias de un viajero inglés de esa época) pero de ninguna manera podría decirse que las economías de esos territorios estuvieran insertas en un mercado global ni en vías de hacerlo. Mucho menos si te retrotraes al México colonial o ni hablemos de los movimientos de pueblos bárbaros de la Antiguedad. ¿Crees que Alejandro Magno, Atila, el Emperador Barbarroja, Carlos I o Isabel I crearon incluso mercados unificados en las zonas que administraban?
No, la globalización no es algo que lleve 13000 años produciendose. Todo lo más puedes rastrearlo hasta una cierta maduración del imperialismo decimonónico, en cualquier caso posterior al reparto de Africa. Como símbolo cultural de ese paulatino arranque, de esa primera globalización podrías poner la primera exposición universal o la publicación de «la vuelta al mundo en 80 días». Más atrás no tiene sentido a menos que vacíes de significado la palabra mercado…
Globalización es inserción de unos mercados en otros en zonas tan amplias que tiene sentido empezar a dejar de pensar en la división entre mercados locales, nacionales y regionales pues los procesos productivos determinantes y los flujos financieros cruzan todas esas esferas y las hacen interdependientes.
Esto sólo empieza a finales del XIX. Piensa que ni siquiera existía un mercado interno dentro de los imperios ibéricos (los que más porción del globo ocupaban y que habían creado la primera ruta comercial tricontinental, el «galeón de Manila») ni siquiera entre América y las metrópolis europeas. No había procesos de producción integrados, una esfera económica única. Y no es por la ausencia de comunicaciones, sino por las dificultades institucionales a los intercambios. En la península la última aduana interna se desmonta en 1865 aunque sigan con América. Por eso el tomate llega a la península no desde México en el siglo XVI sino desde Nápoles en el XIX, la patata no llega desde el Perú en el XVII sino desde Prusia a través de Francia a finales del XVIII que habían adoptado su cultivo como una medida ilustrada más de las del rey Federico (no porque los campesinos fueran orientados a ello por el mercado).
A finales del XVIII los únicos estados cuyas economías dependen del exterior son Inglaterra y Holanda… y todavía bajo la forma de exacción, de extracción colonial mediada por monopolios más o menos públicos, no por relaciones de interdependencia formadas por el intercambio reiterado y libre en el mercado.
Si la «Gran Guerra Europea» de 1914-17 es conocida como la «primera Guerra Mundial» y ni siquiera es realmente «mundial» es porque es el primer enfrentamiento bélico que se da en el marco de un mercado global minimamente consolidado.
Por eso suele llamarse primera globalización a la que se produce en la era victoriana (expos universales, el mundo de Verne, etc.) a consecuencia de la imposición británica del libre comercio y apertura de puertos en el Atlántico; segunda globalización a la de la «Belle epoque» de entreguerras (que acabaría tras el crack del 29 con las políticas proteccionistas) y tercera globalización a la se abriría en 1989 con la caída del bloque soviético y la integración de aquellas economías y China en el mercado mundial.
🙂 Me queda claro que globalización es integración de mercados. Vista así, las tres etapas que comentas son más convincentes que las fases que propone Friedman.